Sin dejar huellas

Esta adaptación de la novela Expediente de desaparición de Dror Mishani, es dirigida por el francés Erick Zonka, que regresa a la pantalla grande después de un descanso de 10 años . Era mucha la expectativa que había alrededor de esta cinta, ya que el cineasta dejó la vara muy alto en el Festival de Cannes de 1999 con su película La vida soñada por los ángeles, pero su nuevo thriller no nos deja un amargo sabor de boca.

Sin dejar huellas comienza con la desaparición de un niño, Dany, caso que se le asigna al comandante Visconti (Vincent Cassel), un detective que lidia con la separación de su esposa por medio del alcohol y que por si no fuera suficiente, también sobrelleva a su hijo, un adolecente conflictivo.

Visconti decide llevar el caso y después de interrogar a la madre de Dany, conoce a uno de los vecinos: Yann Bellaile (Romain Duris), un profesor de francés que le dio clases de regularización al joven desaparecido y que asegura conocer muy bien la mente del chico. Esto despierta las sospechas del comandante, quien se esfuerza por comprobar que este profesor de algún modo es culpable de la desaparición.

Zonca nos da muchas pistas a lo largo de la película, lo que ocasiona que como espectador podamos entrar en su juego creando diferentes teorías de lo que ocurrió, pero un plot twist nos deja sin rumbo, y llenos de miedo podemos seguir a ciegas.

Una lluvia de personajes y situaciones que no profundizan en la historia, entorpece la historia y la vuelve un poco abrumadora. Zonca volvió con una cinta un poco floja, lo que convierte a su próximo trabajo en todo un reto.