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Mari Pepa es el nombre de una banda de punk que integran cuatro amigos adolescentes de Guadalajara. No son precisamente hábiles para ejecutar sus respectivos instrumentos, ni tampoco tienen mucho talento para componer las irreverentes letras en inglés de su incipiente repertorio, sin embargo es lo mejor que pueden hacer. Finalmente, en su ciudad no hay demasiadas opciones de a qué dedicarse.
Una sorpresiva y agradable ópera prima (inspirada en un cortometraje homónimo filmado en 2010), que tiene todo para convertirse en un éxito entre el público joven gracias a la afortunada elección de sus protagonistas, veinteañeros con características físicas tangibles y cuyo comportamiento es verosímil en todo momento, principalmente cuando comienzan a atravesar una serie de avatares que ponen en riesgo la continuidad del grupo.
Hay que agradecer que el director decida filmar dichas problemáticas de manera agridulce pero sin llegar nunca al azote más dramático (como I Hate Love, que también se estrenará próximamente, donde todo se torna demasiado solemne).
Un buen ejemplo de ese cine mexicano descentralizado no sólo preocupado por contar una buena historia, sino también por hacer un retrato del lugar a que pertenece.