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“¿Quieres que tengamos un momento conmovedor entre padre e hija como en la televisión?”, pregunta Ambrose Eubanks (Danny Glover) a su hija Eunice (Maya Rudolph) mientras conducen por alguna carretera jalisciense. Ambos saben que es imposible dar una respuesta afirmativa a esa pregunta, pues su relación se ha fracturado con el paso de los años.
Bajo esta premisa Diego Luna (Abel, 2010) desarrolla su tercer largometraje, Sr. Pig, con el que demuestra su avance detrás de la cámara. Desde el inicio coloca frente al lente los elementos necesarios para sugerir el estilo de vida y personalidad de su protagonista: botellas de alcohol y empaques de alimentos vacíos, entre los que choca el timbrar del teléfono y se escucha a distancia una conversación incómoda —la de Ambrose negando una invitación de Eunice—.
El también productor y actor aprovecha el momento para mostrar sus mejorías como guionista. Al lado de la pluma de Augusto Mendoza (El Santos vs la Tetona Mendoza), traza personajes con características y obstáculos bien definidos, no hay nada gratuito en la travesía de Eunice y Ambrose, a quien bien podría considerarse como un hombre evasivo en todo: la familia, las leyes, la salud y el dinero.
Sin embargo, aún hay aspectos que le faltan pulir a Luna, como darle más ritmo a la trama y hacer uso de elipsis temporales para sintetizar secuencias y ser más amena con las audiencias. Si bien se justifica cada acción, hay escenas que funcionan como preámbulos demasiado amplios para situaciones posteriores.
Además, da la impresión de que no se usó mucho la imaginación. No negaré que en más de un momento sentí el filme como la versión adulta de Una niña maravillosa (Beasts of the Southern Wild, 2012), de Benh Zeitlin: escenarios de encanto, escapadas fantásticas y una relación padre-hija complicada, sólo que los protagónicos se invierten en Sr. Pig —conocemos la perspectiva del hombre— y hay un puerco de por medio en lugar de grandes bestias.