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Emiliano Rocha es un joven director mexicano que está empezando a adquirir auge en el séptimo arte de nuestro país. Con un estilo nuevo y nunca antes visto en las salas nacionales, Rocha presenta su opera prima Tenemos la carne. Un thriller psicológico de terror que relata una historia sobre la perversión y la depravación que puede desarrollar el ser humano cuando se aleja de la realidad y los estándares de la civilización.
La película, que se desarrolla entre escenas ilógicas de locura, lujuria y sexo, narra la vida de dos hermanos que, tras huir de casa y vagar varios días por las calles, llegan accidentalmente a un edificio en ruinas que aparenta estar abandonado. Aquí se encuentran con Mariano (Noé Hernández), un hombre de mediana edad que les deja quedarse en el lugar a cambio de un trato que ellos aceptan. Esta decisión marcará el rumbo de sus vidas y despertará en ellos sus pasiones más bajas.
Todo el filme se desarrolla en un cuarto, el cual es una representación terrenal del infierno. Es la cuna de los pecados y el lugar donde ocurre cualquier cantidad de atrocidades. No existe una ley que rija y está permitido realizar cualquier tipo de perversión.
La pantalla es dominada por los colores cálidos. El rojo llena de fuego y sangre la fotografía de la cinta, lo que resalta más la locura del personaje principal. Mientras que la banda sonora es una serie de sonidos secuenciales y toscos que se acoplan perfectamente con las escenas de sexo y violencia, realzando así el terror de la cinta.
Más allá de que se trata de una película clasificación D, los temas que aborda requieren de una percepción capaz de apreciar todas las escenas sin prejuicios. Puede ser complicado encontrar el hilo conductor de la historia ya que la espontaneidad de los personajes y la necesidad de mostrar locura (por parte del directo) no te permiten encontrar la lógica en el filme.
Tenemos la carne puede representar un parteaguas y el inicio de una nueva etapa en el cine mexicano en donde las escenas explícitas de violencia y locura dejarán a más de un espectador con la boca abierta.
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