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La comedia española tiene un problema. Más bien tiene muchos. Cada vez cuesta más conseguir ver un producto que alcance unos mínimos de calidad exigibles: que esté cuidado, que su guión no dé vergüenza y que no se conforme con ser un subproducto televisivo. 'Tenemos que hablar', la nueva película de David Serrano, sigue rigurosamente este esquema de despropósitos hasta casi erigirse como una especie de modelo a no seguir. Utiliza los códigos de la screwball comedy para intentar ser alocada, con un ritmo eléctrico, y se queda en torpe y precipitada, y no sale de los lugares comunes de las comedias románticas de enredo. Un puro cliché. Y encima utiliza la crisis económica como lamentable gancho para intentar atrapar al espectador. Un compendio de errores, de elementos vulgares pasados por el filtro de una supuesta sofisticación que ni siquiera un grupo solvente de actores y actrices es capaz de solucionar.