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De cierto modo Terminal tiene todo. Tiene a Margot Robbie, interpretando a una femme fatale ingeniosa y salvajemente vengativa. Hay un filosofar extraño por parte de Simon Pegg como un profesor de inglés moribundo e incluso hay alusiones literarias: un dúo de sicarios (Max Irons y Dexter Fletcher) leen a Lewis Carroll. Y sí, ese que aparece es Mike Myers cubierto de prótesis pesadas. Combinados, hacen de Terminal una rareza genuina: en su mayoría sin sentido, pero potencialmente la base de un juego de consumo sólido. Sí tomaras un trago de tequila cada vez que ve un signo de neón parpadeando, estarías en el hospital por congestión alcohólica a los 10 minutos.
El director Vaughn Stein enjuaga este mundo distópico y nocturno en tropas de mafiosos americanos retro. Robbie interpreta a una camarera en un espeluznante café que abre 24 horas e intenta provocar al profesor, su único cliente, para que revele su verdadera identidad el mismo.
La acción se retraza en una serie de escenas que se sienten como un experimento prolongado para encontrar la frase más ridícula que un actor de Hollywood puede pronunciar —mi ganadora: “¡La muerte es la mejor parte de la vida!”—.
Toda pretensión de cordura sale por la ventana en un clímax que hace que las cosas hiervan en un montón de puras referencias de Lewis Carroll, problemas de papás y algunos giros realmente tontos. Totalmente absurda, pero servida con una sonrisa de gato Cheshire.