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Comedia con fantasmas. 'Poltergeist', con un deje sesentayochista. Brisseau nos ofrece un arma de doble filo, que por un lado es una revisión graciosa del dilema sobre la reencarnación del 'Vértigo' de Hitchcock y por otro, 'La bella mentirosa' de Rivette convertida en una película de terror gótico. Estamos en un piso de París lleno de polvo, libros y estanterías repletas de cintas de vídeo, donde los sofás están reventados por los cuatro costados y todo exuda el rancio aroma de las décadas. Y, aquí, un viejo melancólico, pero no cínico, y una joven de 26 años salida de la nada pasan las horas hablando de la fe, los atestados bíblicos y las premoniciones. E invocan a los espectros hostiles que intentan hacerles la vida imposible para convertirlos en invitados de su sainete esotérico. Como 'Saraband', tiene la magia de un epitafio. Sin malos sentimientos, y con un humor negro magistralmente controlado.