He aquí dos enigmas de la historia del cine reunidos en una sola película. ¿Alguien se explica, a estas alturas, por qué Bille August pertenece al panteón de los cineastas con dos Palmas de Oro? ¿Y alguien entiende qué le pasó a Jeremy Irons tras 'El misterio Von Bulow'? Quizás 'Tren de noche a Lisboa' es la respuesta estupefacta a ambas preguntas. 'Europudding' academicista que narra el supuesto despertar a la vida de un aburrido profesor de universidad a través de la lectura de un libro que lo lleva desde Suiza hasta el Portugal revolucionario, es una catástrofe total. La estructura episódica de la aventura iniciática de un Irons zombificado hace posible que todos los actores europeos en horas bajas o con tiempo que perder –Lena Olin, Tom Courtenay, Charlotte Rampling– se paseen por una película fea como pegar a un padre y con menos alma que un grano de arena.
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