Un niño encantador

Escrita por el actor Shia LaBeouf como una tarea de rehabilitación, Un niño encantador es tanto una autoevaluación franca como una disculpa pública de alguien que busca comenzar de nuevo. Confiada a la directora correcta, Alma Har'el, la película es agotadora, pero sobre todo te desarma. Ella le da a este vulnerable ejercicio una forma rebelde y mapea el caos de la adicción con agallas y estilo.

Comienza con recreaciones impresionantes de una cinta de Holywood a mediados de 2000 (presumiblemente una película de Transformers) junto con fechorías  erpetradas por LaBeouf, aquí renombrado Otis e interpretado por Lucas Hedges. Otis pronto está en terapia, revisando una infancia que está teñida de negligencia, y cosas peor.

Esos recuerdos conducen a un hilo argumental diferente, ambientado en los noventa: LaBeouf interpreta a su propio cruel padre, un veterano alcohólico de Vietnam, delincuente sexual condenado y expayaso de rodeo llamado James. Trabajando en el set de una producción de televisión con su solitario hijo-actor (Noah Jupe, deslumbrante), pasa sus días sin mantenerse sobrio y sintiéndose inferior a Otis, que técnicamente mantiene su sustento.

Har'el alterna inteligentemente entre las dos épocas. En numerosos enfrentamientos entre el manipulador James y el maduro, pero indefenso Otis, el escritor LaBeouf se gana la compasión de la audiencia por su yo más joven. Se ha enfrentado a este tema complicado y sin duda doloroso con gravedad y profundidad, y Un niño encantador no puede descartarse como otra travesura de LaBeouf. Es un recordatorio de un talento que, a pesar de los peores instintos de LaBeouf, se niega a desaparecer.