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Un camión de tomates volcado en medio de la carretera. Un motorista misterioso. Unos adolescentes atracadores ... Estos son el escenario y los personajes que aparecen en la primera escena de 'Un toque de violencia', y no es casualidad. La película de Jia Zhang-ke intenta describir un panorama casi apocalíptico: la China del 'milagro económico', este revoltijo caótico entre socialismo político y capitalismo que está surgiendo en el país desde hace unas décadas, está hecho en realidad de mutaciones forzadas, siempre conflictivas. El cine de Jia ya había explicado lo mismo varias veces, con filmes como 'Naturaleza muerta', 'Platform' o 'The world', pero aquí el diagnóstico resulta aún más sombrío, menos contemplativo y definitivamente pesimista.
'Un toque de violencia' es una película sobre el desplazamiento. La trama se desplaza a lo largo de cuatro episodios de ritmo desigual, pero todos ellos abrumadores, de una contundencia inapelable, que recorren cuatro provincias de China para hacer una radiografía completa del país.
La cámara también se desplaza con una ligereza a la vez fluida e inquietante, describiendo escenas tensas, llenas de inquietud. Y el tono se desplaza desde la violencia más barroca (en una cierta tradición del cine chino de género) hasta unas relaciones humanas y sentimentales degradadas por la pobreza y el subdesarrollo que conviven con el falso progreso. Jia quizás no se muestra tan sutil como en filmes anteriores, pero este fresco gigantesco sobre la China contemporánea es de esas pocas películas actuales que devuelve a la palabra 'épica' su significado real.