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Hemos dado con un hueso duro de roer. Primera, porque sale James Franco en el papel de asesino degenerado. Hace seis meses del estreno de 'The interview', bluf de comedia que fue motivo de un conflicto diplomático a gran escala, donde nuestro héroe de la sonrisa de un millón de dólares era un periodista destinado a ejecutar un dictador asiático. Ahora lo encontramos haciendo de acusado en un drama judicial que quiere hablarnos de la prensa como un cuarto poder venido a menos. Segunda, porque le acompaña Jonah Hill, actor cómico por excelencia. Y con estas el film cae en la parodia involuntaria, cosa fatal. Tercera, porque Rupert Goold adapta el 'bestseller' de Michael Frankl pensando que es David Fincher, con un discurso sobre la verdad y la mentira demasiado maniqueo y un pulso para aguantar el suspense tirando a pobre.