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El film noir y los triángulos amorosos van de la mano. Se complementan y se nutren proporcionalmente: no hay nada más truculento que un asesinato por despecho o cualquier sentimiento que se pueda justificar como amor. En Una joven y bella esposa, el director Eitan Tzur se toma el tiempo para desmenuzar a un matrimonio hasta sus últimas consecuencias, desde el punto de vista de un hombre carcomido por los celos.
La cinta israelí se puede dividir en dos partes. La primera se centra en mostrar la vida idílica de Ilan, un reconocido profesor casado con Naomi, su joven y bella esposa (y de aquí viene el título de la cinta). Su matrimonio sigue al pie de la letra los altibajos de cualquier otra relación de dicha índole: ella cumple tajantemente con su rol de "esposa trofeo", él se siente feliz, aunque temeroso de que lo engañe. Desafortunadamente, sus sospechas no son producto de una paranoia: Naomi tiene un amante.
La segunda parte de la historia comienza en un punto álgido, cuando Ilán confronta al amante con trágicas consecuencias. Este ataque de ira desencadena la columna medular del filme: el estudio de la culpa y la redención. De manera burda, Tzur intenta construir un thriller con tintes filosóficos; sin embargo, el guión nunca nos involucra de una forma directa, ya que se escuda en personajes y situaciones inflexibles (la madre de Ilán funge como un arquetipo de las tragedias griegas). Además, cuando el suspenso llega a su momento cumbre, la conclusión ocupa un recurso tan trillado como el deus ex machina. Y lo que era taquicardia, se transforma en bostezo.