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En este lado del Atlántico no tenemos mansiones coloniales levantadas sobre cementerios indios, pero tampoco razones para envidiarlas. Nos sobra con la historia de la Fnac de Callao, en Madrid, situada en el recinto donde en el año 43 Pepín Fernández abrió Galerías Preciados, todo un símbolo de la España ramplona. Ahora la única rémora de aquellos años de muñecas de Famosa y fascículos de 'Vida y color' son los fantasmas que arrastran las cadenas entre los cofres de 'The walking dead' y que juegan con los iPads cuando el vigilante de seguridad termina su último turno, recordando aquellos villancicos casposos que ahora nos suenan igual que los niños de San Ildefonso. Así es cómo Lucas Figueroa, debutando en el largo, comienza esta comedia de terror, fricada máxima, poco sospechosa de cinefilia, pero con un punto de sorna simpático, a pesar de todo.