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El cine español se ha acercado pocas veces al tema de los atentados de Atocha. Ibon Cormenzana lo hace desde una perspectiva tangencial, muy dolorosa, que descubrimos a través del personaje de Marcos, un hombre que padece un extraño trastorno: es incapaz de sentir emociones y de reconocerlas en los demás. Hacía diez años que Cormenzana no dirigía una película, centrado en su trabajo como productor ('Blancanieves' y 'El árbol de la sangre', entre otros). Pero llevaba mucho tiempo con la idea de contar esta historia. La elección de Roberto Álamo fue decisiva. El actor prácticamente carga con todo el peso del film y consigue transmitir el dolor de no sentir nada con una mirada o un gesto de la mano. 'Alegría, tristeza' es una película que despierta, al contrario de lo que le ocurre a su personaje, la empatía del espectador.