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Incluso si no has caminado en la senda de las dos primeras entregas de El conjuro, o sus spin offs cada vez más diluidos en los que a veces aparecen los Warrens —Lorraine (Vera Farmiga) y Ed (Patrick Wilson)— un matrimonio de demonólogos, se puede decir que Annabelle 3: Viene a casa es lenta y en su mayoría, aburrida.
Por desgracia, esta séptima entrada agotada los recursos que ya vimos en otras entregas y se parece más a un desechable videohome para la televisión: toda la cinta sucede dentro de la espeluznante casa de los Warren, llena de polvo y luz tenue.
A favor de esta película, tiene a Mckenna Grace, un alma persuasiva en La serie La maldición de Hill House de Netflix, como la hija de diez años de los Warrens; Judy, que ya está en sintonía con las vibraciones sobrenaturales. Para hacer la trama más interesante, hay otra adolescente con cierta audacia, Daniela (Katie Sarife),
Sin embargo, no es suficiente con una decoración de época y la psicología de las chicas reflexivas para una película de terror. El director y guionista Gary Dauberman no puede extraer emociones del material; finalmente, recurre a ese viejo truco de los fantasmas que te jalan los pies. La propia Annabelle sigue siendo una pieza misteriosa de trabajo de utilería, lo suficientemente realista como para parecer un cadáver pálido y reanimado con elegancia, ninguna de las salidas de Annabelle 3: Viene a casa recurre a la tecnología de Chucky.
En última instancia, está desnutrida cinta de horror está dedicada a la verdadera Lorraine Warren (quien murió en abril 2019, a los 92 años), Annabelle 3: Viene a casa habría sido un homenaje más respetuoso a su legado si hubiera sido aterrador en lo más mínimo.