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Las historias basadas en hechos reales no son ninguna novedad, pero sí están viviendo un nuevo impulso. A menudo, son películas que dejan claro su vínculo con la historia mediante un cartelito y en el que prevalece la moralidad simplista por encima de lo que podríamos llamar realidad. 'Bomb city' es una de esas propuestas, ya que ilustra la confrontación entre los punks y un grupo de deportistas en la ciudad texana de Amarillo a finales de los 90, una pelea que derivaría en la muerte del punk Brian Deneke. Aquel fue un crimen de odio que evidenció que el aspecto físico de una persona podía determinar una sentencia. En este sentido, el discurso es obvio. La duda se encuentra en el modo en que 'Bomb city' se relaciona con los hechos: a menudo, cae en el sensacionalismo, tanto en el retrato del conflicto como en el intento de encontrar una cierta belleza a partir de un recurso tan sencillo como la puesta de sol. Su conclusión es noble, pero para profundizar quizás vale más la pena revisar las palabras de Manuel Delgado 'Ciutat morta', cuando hablaba de la juventud, el aspecto, las tribus urbanas y la disidencia.