El contador

“¿Qué es esto?”, grita el villano (John Lithgow) en un momento inolvidable de este risible y mal thriller de acción. Hasta cierto punto de esta tonta película, empatizas con el héroe Christian Wolff (Ben Affleck): lo ves convertirse de un niño autista a un contador de mal carácter; caer al congeniar con una coqueta contadora junior (Anna Kendrick) e, incluso, es emocionante cuando Christian irrumpe en la compañía de contadores, escribiendo toda la noche, tal como el cine nos ha mostrado a los genios matemáticos que están en problemas.

Lamentablemente, El contador también hace de la modesta interpretación de Affleck en un superhéroe de acción. Christian tiene una casa rodante llena de armas militares, además cuenta con un misterioso socio con acento británico quien le da instrucciones telefónicas para que se mantenga al margen del lavado de dinero y tiene algunos agentes (incluyendo a J.K. Simmons) persiguiéndolo por todo Chicago.

Affleck, como Christian, es tan sobrehumano que su personalidad empieza a sentirse como una parodia del heroísmo de acción. Con su capacidad inexpresiva, dispara su arma automáticamente sobre la cabeza de decenas de secuaces. No es la mejor publicidad para un transtorno psicológico, y eso que aún no hemos llevado a los interminables flashbacks sobre su padre o el ridículo final de la cinta que la convierte en una especie de reunión familiar.