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En esta versión contemporánea del Cyrano de Bergerac no hay un poeta narizón que se avergüence de su aspecto, sino un viejo agorafóbico que no sale nunca de su casa, y que un día se crea un perfil falso en una web de citas para chatear con una jovencita. Internet es la gran máscara social, o eso nos recuerda esta película. El cineasta Stéphane Robelin propone una relectura de una historia universalmente conocida –al menos, popularizada por Gérard Depardieu en los años 90– trasladada a los tiempos contemporáneos –el paso que, salvando las distancias, separa 'El bazar de las sorpresas' de 'Tienes un e-mail'–, y convertida en una de esas comedias francesas en las que los personajes jóvenes parecen asexuales y los de edad más provecta se comportan como niños caprichosos y traviesos. Es un sainete de enredos, suplantaciones y mentiras, en el que las líneas del deseo están desdibujadas y en el que la ternura que desprenden los personajes proviene sólo de un infantilismo galopante.