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Nadie quería esto: un reboot/spin off de una serie que ahora se siente más redundante con cada ataque contra la galaxia. Pero, ¿qué tan divertido fue en 1997, cuando los efectos especiales y el sci-fi colisionaron con la comedia de amigos? Después de tres películas, Will Smith y Tommy Lee Jones ahora están ausentes, dejando los trajes oscuros y los neurolizadores que borran la memoria a Tessa Thompson y Chris Hemsworth, quienes pueden recordar a su superior Thor: Ragnarok.
Para un personaje que está destinado a nacer y criarse en Brooklyn, Molly, una agente aprendiz, representa una oportunidad perdida para la dureza, o al menos la simpática inteligencia de la calle que esta serie solía proporcionar en lo habitual. Mientras tanto, si alguna vez te has preguntado cuándo el amuleto de Hemsworth se convertiría en una arrogancia, ahora es: como el nuevo compañero de Molly, Agente K, Hemsworth es poco gracioso. A 15 minutos del inicio, escuchas a la jefa Emma Thompson quejarse por el género de su organización secreta —"He tenido la conversación", dice—, no tienes idea de que estás experimentando la única frase divertida de la película. Ella despacha al dúo para encontrar algunos alienígenas descarriados, mientras que una persona socava a los Hombres de Negro desde adentro. ¿Qué es esto, una novela de John Le Carré? Es demasiado trama para un proyecto que debería haber sido más ligero.
Si bien es probable que sea un error darle crédito al director de la trilogía original, Barry Sonnenfeld, por su éxito general. Una película narcotizante llena de interminables bromas (vamos, Kumail Nanjiani, eres mejor que el cómico alienígena), funciona solo como un espacio seguro lejos de la lluvia.