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Después de decepcionarnos con The Crucifixion (2017), el director francés Xavier Gens vuelve con La piel fría, una adaptación de la novela del catalán Albert Sánchez Piñol (2002).
Esta fría historia cuenta la vida de Friend —David Oakes—, un joven irlandés que acepta ser el nuevo meteorólogo de una isla solitaria al sur del Atlántico. En este pequeño pedazo de tierra rodeado de gélidos paisajes vive Grunner—Ray Stevenson—, el cuidador del faro, un tipo rudo y descarado que se adaptó a una vida solitaria.
Todo transcurre con normalidad hasta que Friend encuentra las bitácoras del meteorólogo anterior, en las que describe que cada noche la isla es invadida por criaturas marinas, pero el joven atribuye estas declaraciones a la locura generada por la soledad. Cuando la noche cae, Friend no solo tendrá que poner a prueba sus creencias científicas, sino que peleará por su vida con humanoides acuáticos. A la mañana siguiente, Friend le pide respuestas a Grunner y descubre un gran secreto, que tiene que ver con estas invasiones nocturnas.
Es imposible ver este drama —con tintes de terror— y no recordar el romance interespecie de La forma del agua, de Guillermo del Toro. Si bien las historias se parecen mucho, toman diferentes caminos; La piel fría se arriesga a ir por un sendero más oscuro.
En entrevista, Xavier Gen comentó que recurrió a un científico para que imaginar cuáles serían los rasgos de un humano que evolucionó para adaptarse totalmente al mar, lo que dio como resultado una gran caracterización de las criaturas marinas que atormentan a Friend y Grunner. Si bien La piel fría es una pieza mejor lograda que de The Cruxifiction, tarda mucho en llegar al punto, aunque se aplauden los efectos especiales y los paisajes.
Quienes disfrutan de películas basadas en libros saben que las adaptaciones cambian dependiendo la experiencia, pero es claro que esta entrega se engolosina en detalles que no aportan mucho a la historia y la hacen larga y fría.