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¿Debería una película sobre una prisión sentirse como una cadena perpetua? Esa fue la pregunta planteada al público en 1973, cuando se estrenó la primera versión de Papillon (Franklin Schaffner), que cogió a las dos estrellas más populares del momento, Steve McQueen y Dustin Hoffman, y las puso en una cárcel de la Guayana Francesa para comer bichos durante dos horas y media. Todo el asunto parecía un truco, pero no se podía negar cuán embrutecedora fue la experiencia.
Sorprendentemente, la nueva versión del director danés Michael Noer es casi tan larga e igualmente deprimente. Pero hizo una película un poco más emocionante. Este filme, es tratado como un texto sagrado — se utilizó el guion de la primera versión, creado por las leyendas de Hollywood Dalton Trumbo y Lorenzo Semple Jr.— y se apegó fielmente, incluso hay líneas específicas de los diálogos orginales, la mejora debe atribuirse a los actores.
Charlie Hunnam, de Z: la ciudad perdida (James Gray, 2016), asume el papel de Henri Charrière, un tipo duro que soñó con la libertad durante décadas. Hunnam es mucho más emotivo que el estoico Steve McQueen, y en este contexto —monótono— ayuda. Mientras tanto, Rami Malek —de Mr. Robot— interpreta al inteligente y frágil compañero, Louis Dega.
Sin embargo, todavía estás hablando de una prueba de resistencia, y el Papillon: La gran fuga de hoy carece de la atmósfera como la versión pasada, junto con el magnífico puntaje orquestal de Jerry Goldsmith. Pero como testimonio de los impulsos y las necesidades humanas básicas, cumple con la grandeza.