Rey

Las tierras que están más allá de nuestro entendimiento nos seducen. A Orélie Antoine de Tounens (Rodrigo Lisboa) le sucedió: los lugares enigmáticos y misteriosos del pueblo de los mapuches le guiñaron un ojo, lo retaron a explorarlos y dominarlos. Sin saber el costo, se enfrascó en una aventura que confirmaría una vez más que la naturaleza nos domina a nosotros.

Inspirado en las aventuras del abogado francés que atraído por el Chile virgen de 1860 fundó el reino de la Araucanía y la Patagonia, Rey —segundo largometraje del chileno Niles Atallah— es una odisea que nos lleva por los temas recurrentes del cine del país sudamericano: la memoria, el valor histórico y el pasado como vehículo de identidad. En conjunto, avanza al mismo tiempo que el personaje principal vive su audacia.

Sin embargo, la deficiencia más notoria de la ganadora del Premio al Público en FICUNAM 2017 es que, pese a su grado de experimentacion visual: recursos estilísticos colmados del uso de máscaras, celuloide rayado y una atmósfera con sonidos extraños que simulan el desmoronamiento de un hombre obsesionado por el poder, queda limitado a meras estrategias creativas que ya no son novedosas. Resultado de esto es una película con una mirada primaria que termina por enlodar la riqueza de un personaje tan singular como Orélie.

Atallah demuestra —en mayor o menor medida— para dónde quiere dirigir su cine, un esfuerzo plausible por entender a través de la ficción los mundos que configuran un país, un hombre y un sueño. El mérito de Rey consiste en saber que al menos en este mundo sí vivieron personas locas de ingenuidad y esas, pocas veces consideradas por la historia, son las más valiosas.