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La película, ante todo, nos ofrece un bello retrato del amor, a secas. Ingmar Bergman y Liv Ullmann, marido, mujer y colegas de trabajo, fueron de los tándems artísticos capaces de sometar la pantalla –y sus propias vidas– con toques de genio.
Hubo otros matrimonios parecidos, como el de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, donde primaba una epecie de pasión intelectual, pero jamás fría o antipática.
En este caso, el documental recoge alguno de los momentos más bellos de Bergman y Liv, desnudando por completo a la pareja en medio de un paisaje hermoso e inhóspito a un mismo tiempo.