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La Maga, la joven chef que brilla en una de las mejores parrillas de Buenos Aires

Con 28 años, Magalí Núñez lidera una parrilla premiada. Su historia mezcla lucha, talento y una pasión que no se apaga.

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Muchas veces, detrás de una recomendación Michelin hay historias que rompen los prejuicios. Hoy toca contar la de Magalí Núñez, más conocida como La Maga. Un recorrido que no necesita ficción, ni grandes decorados: solo verdad, resiliencia, fuego y mucha, muchísima pasión.

Tiene 28 años y ya dirige la cocina de Michel Rolland Grill & Wine, un restaurante elegido por la famosa Guía Michelin. Pero, al conocerla, lo que más impacta no es su presente: es el camino que la trajo hasta acá, un recorrido meteórico pero de lucha, adaptación y versatilidad.

¿Quién es la Maga Parrillera?

Magalí nació en Parque Patricios, barrio obrero, de paredes descascaradas y orgullo fuerte. Su papá murió en un accidente cuando ella tenía dos años. Su mamá, Myriam, quedó sola con tres hijos y una misión: salir adelante como fuera. Y salió. Hacía sándwiches, ensaladas de fruta, cocinaba desde las cinco de la mañana y vendía lo que podía cerca de casa. A esa lucha se sumó Maga, con una sonrisa y con apenas nueve años, prefería levantarse a cocinar, antes que ir al colegio.

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Ahí, entre tupperwares y guisos, nació su vínculo con la cocina. Y las cosas que se aprenden en la primera infancia quedan marcadas a fuego. No como hobby, sino como herramienta de supervivencia. Como identidad.

“En casa se cocinaba con pasión. Era una cocina de bodegón, de olla, de parrilla. Y yo cocinaba para esperar a mi mamá con algo rico cuando volvía de trabajar”, cuenta La Maga con orgullo de algo que fue duro pero que la hacía feliz.

En casa se cocinaba con pasión
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Estudió en escuelas públicas —el Bernasconi y el Ramón Falcón— y durante un tiempo pensó que iba a ser psicóloga. Pero los ataques de pánico y un corazón que pedía cocina la hicieron cambiar de rumbo. En 2014, entró al Instituto Argentino de Gastronomía y no paró más. Pasantías, doble turno, catering, realities, restaurantes de nombres de peso.

En diez años, hizo lo que muchos ni logran en treinta. Pasó por Niño Gordo, Sando, Osaka, La Carnicería, fue asistente de Pedro Lambertini y cocinó en el Hotel Castelar. También, participó en el reality show, El Gran Premio de la Cocina, en donde aprendió a correr y trabajar bajo presión.

La Maga se luce en una de las mejores parrillas de Buenos Aires

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Hoy está al frente de Michel Rolland, en Puerto Madero. Fuegos encendidos, carnes al punto justo y liderazgo sin gritos. Esa es su marca registrada. Es una parrillera nata, con precisión quirúrgica y alma rockera. Su cocina tiene raíz, pero también vuelo. Y sobre todo, tiene una filosofía clara: no hay que sufrir para ser excelente. “No quiero vivir estresada. Podés conseguir una estrella Michelin sin someter a nadie. Si yo someto a alguien, no me voy contenta a mi casa”, dice con convicción.

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Dirige un equipo de doce personas. Se levanta temprano, entrena dos horas por día, duerme al menos seis. Se cuida para cuidar. Porque sabe que, sin equilibrio, no hay fuego que aguante. En su cocina se enseña, se escucha, se abraza. A sus cocineros les habla como alguna vez su madre le habló a ella: “El que quiere, puede”. “A veces me viene la imagen de esa nena en Parque Patricios ayudando a su mamá con los sándwiches. No lo puedo creer. Hice en diez años lo que otros hacen en treinta”, dice. Pero lo dice sin soberbia. Con una mezcla de asombro y gratitud.

Hice en diez años lo que otros hacen en treinta

Su cocina tiene su impronta, maneja la parrilla con total naturalidad, pero siempre está buscando nuevas formas de combinar sus platos. Combina técnicas españolas, italianas con asiáticas y orbita siempre dentro de los productos de estación. Una propuesta asialatina puede ser una definición de su sello.

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A la Maga también la cruza el arte

La música la acompaña siempre y sueña con tener su propio speakeasy bar, pasar vinilos y crear un proyecto en el que el arte sea parte central de la experiencia. Mientras trabaja en construir su marca personal, vive intensamente el presente, aunque siempre con un ojo puesto en el futuro.

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La Maga no solo cocina. Transforma. Rompe moldes. Lidera con empatía. Y sí, hace magia. De la de verdad. De la que se huele, se saborea, se siente. Porque en su cocina no hay trucos: hay historia, hay fuego, hay reinvención y hay una estrella que no fue regalada, brilla en su delantal.

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