Desde su casa en Buenos Aires, donde vive sola con su gata y una colección de recuerdos que inspiran su trabajo, Magalí Polverino construyó una mirada única sobre la fotografía gastronómica. Autodidacta, emocional y profundamente conectada con su historia familiar, sus imágenes no solo retratan comida: narran memorias, aromas, texturas y afectos. A los 43 años, esta artista visual que disfruta del arte, el cine, los viajes y los sabores nuevos, se convirtió en una referente que pone en valor lo argentino desde lo íntimo, lo cotidiano y lo profundamente personal.

Tu historia es muy singular: dejaste todo para dedicarte a la fotografía gastronómica, y hoy tus imágenes recorren el mundo. ¿Qué creés que tienen tus fotos que conectan tan profundamente con lo argentino, incluso desde lo más cotidiano como una medialuna o un mate?
Hablo del ser argentino, pero desde un lugar muy personal. Creo que eso es lo que hace que conecte con otras personas. No trato de hablarle a mucha gente o de hablar de otras personas; hablo de algo muy personal y muy mío, y es tan personal y tan para adentro que creo que eso tan particular hace que, al final, esté hablando de un montón de gente, ¿no? Todo lo que yo hablo o muestro en mis fotos son cosas que fueron parte de mi infancia o de mi historia familiar. Yo comía unas galletitas que también las comía un montón de gente. Entonces, bueno, me parece que toco esa fibra y en realidad hablo del ser argentino, pero hablo también de mí.
En mis fotos hablo del ser argentino, pero hablo también de mí
Trabajaste con marcas muy reconocidas, ganaste premios internacionales y tenés una identidad visual muy marcada. ¿Cómo encontraste tu estilo propio en un mundo tan saturado de imágenes? ¿Cómo lográs contar una historia desde un simple plato de comida?
El estilo propio es algo que busqué conscientemente cuando empecé a hacer fotos de comida. Fui muy autodidacta. Al principio, empecé haciendo algo más genérico. Para mí, esto, además de ser un trabajo, está muy unido a una necesidad mía de expresión, que es la fotografía. Pero la creatividad y la necesidad de expresión es algo que me atraviesa. Entonces, conscientemente busqué y trabajé para tener un estilo propio, no por diferenciarme de otras personas ni nada, sino como una necesidad de contar quién yo era a través de lo que hago. Así también como pasa con lo argentino: siempre nace de una búsqueda de qué es lo que yo encuentro en mí en particular, que creo que todos tenemos esa capacidad, ¿no? Todos tenemos algo único, ¿no?

De todas formas, lo argentino y la gastronomía son amplios, pero hay cosas que a mí me emocionan. No sé… por ejemplo, la pastelería es algo que me emociona: las texturas, las frutas. Entonces, bueno, como que guiándome un poco instintivamente con lo que me emociona, trato de ir siguiendo eso.

Muchos conocimos “La última gran pasta frola”, un homenaje a tu abuela María y a Adelina, cargado de amor, memoria y aroma a infancia. ¿Qué significó para vos hacer ese proyecto tan íntimo y cómo te transformó como artista?
Hacer ese proyecto fue hermoso. Fue el proyecto más íntimo y personal que hice. Me encanta ese camino; estoy yendo hacia ahí, a desarrollar ese tipo de proyectos. Fue un proceso lindísimo porque implicó hablar un montón con mi familia, con mi hermana, por ejemplo: acordarnos de un montón de cosas de cuando éramos chicas. Ella se acordaba cosas que yo no. Revisé muchísimo material de archivo, de fotos viejas. Tengo un montón de cosas de mi abuela guardadas. Ese proceso fue re lindo. Un poco triste, pero lindo, porque yo a mi abuela la amaba. Así que, me encantó encontrarme con ella de nuevo, de esa manera. Me encantó recopilar toda esa información y poder transformarla en otra cosa, resignificar eso más poéticamente y agregarle a todas las fotos todo mi amor por la pastelería. Bueno, de hecho, de mi abuela también viene mi amor por la pastelería.

Yo no es que hablé de las abuelas argentinas, ¿viste? Hablé de mi abuela, que es una cosa muy particular. Mi abuela era vasca y hablé de cosas que para mí eran re especiales y únicas. Pero hablé tan, tan, tan de mi abuela que, bueno, lo loco es que ese proyecto tuvo mucha repercusión, porque en definitiva hablé de las abuelas de muchas personas, también por una cuestión generacional. Por ejemplo, el jabón Heno de Pravia… Un montón de abuelas lo usaban. Al final fue re lindo ese proyecto y me conectó con un montón de gente.
Tu trabajo no solo es visual, también es emocional. ¿Sentís que hay una especie de activismo en retratar nuestra cocina con tanto respeto y belleza? ¿Qué lugar ocupa el "ser argentino" en tu obra?
No sé si diría activismo, pero creo que un poco sí. Nació en esto de la búsqueda del estilo propio, y yo mirando tantos libros de afuera. Aprendí con un libro de iluminación de Estados Unidos, una de las fotógrafas que más me gustaban era australiana, y había otra que era francesa. Me pasaba que miraba esas fotos que eran increíbles, pero veía que, por ejemplo, la vajilla que usaban o los repasadores, eran cosas que acá no había. Sobre todo te hablo de hace, no sé, 10, 15 años. No había tanta cosa de gres o repasadores de lino, o tantas cosas. Ni yo las tenía a mi alcance, digamos. Entonces, ahí me dije: “¿Por qué estoy todo el tiempo mirando para afuera? ¿Por qué no miro a ver qué tengo yo acá, no? ¿Cómo es lo que yo heredé de mi abuela? ¿Cómo es el repasador que usamos acá, típico en la cocina? ¿Cómo es el cuchillo?”.

Entonces, a partir de ahí también me agarró como ese cope con lo argentino, el decir: “A ver, ¿qué me identifica a mí? ¿Qué me representa?”. Ya sabemos todo lo europeo, ponele, porque también mamamos mucho las naturalezas muertas de Holanda, como de los bodegones o de Europa en general. Entonces, a raíz de esa reflexión, empecé a entrar con lo argentino. “¿Cómo es la pastelería de acá?”, estamos todos mirando la pastelería francesa pero yo decía: “Bueno, a ver, ¿cómo es la argentina?”. Así nacieron los pósters y todo. Entonces, es contar desde mi punto de vista, hablar de mí desde mi contexto, que es argentino. Entonces, al hablar de mí, estoy hablando de otras personas también.
PING PONG CON MAGALI POLVERINO
¿Barrio favorito de Buenos Aires? Parque Chas
¿Un café porteño que amás fotografiar (o frecuentar)? Río Café en Almagro
¿Obra de arte que te marcó? Me emocionan los colores de Hilma af Klint y Mark Rothko
¿Diseñador o diseñadora argentina que admirás? Diseño gráfico me gusta mucho lo que hace Ufficio Studio y la diseñadora de tipografías Fer Cozzi
¿Una calle que te inspira? Coronel Díaz con sus árboles
¿Museo o galería infaltable? Bellas Artes
¿Una canción que te acompaña mientras editas? “Walking on the moon” Roseaux
¿Una palabra que defina tu fotografía? Táctil
¿Un olor que te transporta a tu infancia? Vainilla y limón
¿Una postal visual que represente tu versión de la Argentina? Las esculturas de los lobos marinos de Mar del Plata
¿Un sueño artístico que te gustaría cumplir? Ir a sacar fotos a Escocia e Irlanda