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Servando Rocha

Servando Rocha

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Madrid oculto: Nuestra ciudad de la luz

Madrid oculto: Nuestra ciudad de la luz

Madrid se convierte en la otra ciudad de la luz: una puesta de sol que es como un incendio de colores ocres o naranjas, que surge tras los edificios e invade el horizonte al despedirse la tarde. Los lugares para el deleite son muchos, como el parque de las Siete Tetas (Cerro del Tío Pío). Ese mismo atardecer ensangrentado fue el que contempló la escritora y filósofa Simone de Beauvoir, quien en 1945 paseó por un barrio de Vallecas destruido por la guerra. Junto a Sartre, su pareja, había visitado la ciudad con la proclamación de la República. Fue inmensamente feliz. Cuando llegó el golpe fascista, una apesadumbrada Simone escribe en su diario: "Nos hundimos en el drama que durante dos años y medio dominó todas nuestras vidas: la guerra de España. Las tropas de Franco no habían triunfado tan rápidamente como esperaba la derecha; tampoco habían sido aplastadas tan pronto como suponíamos". Su segunda visita tenía una misión específica: entregar una carta de un antifranquista a una vallecana. Lo que ve le impresiona: "Vallecas era menos campesino, se respiraba un olor de fábrica, pero había la misma desnudez; las calles servían de vertederos, las mujeres lavaban andrajos en el umbral de sus chozas; vestidas totalmente de negro, la miseria endurecía sus rostros a tal punto que parecían casi malvadas". Muchos intelectuales y artistas, bohemios y temerarios pasearon por esta otra ciudad de la luz y se enamoraron de ella. Aquí jugaron a ser exploradores, a descender a los subterráneo

Madrid oculto: El futuro que ya fue

Madrid oculto: El futuro que ya fue

Hubo una época en la que Madrid soñó con alcanzar las estrellas, hacer realidad eso 'De Madrid al cielo', una frase surgida en nuestro Siglo de Oro, cuando el dramaturgo Luis Quiñones de Benavente escribió: "Pues el invierno y el verano, / en Madrid solo son buenos, / desde la cuna a Madrid, / y desde Madrid al Cielo". Durante aquellas fechas se inauguró el Real Observatorio Astronómico de Madrid donde, además de antiguos telescopios y un péndulo de Foucault, se exhibe una sucesión de relojes que en su día sirvieron para fijar con suprema exactitud la hora para todo el país y que hoy languidecen junto a extraños carteles que advierten: "Retrasado tres segundos". No perdimos el tiempo. Lo de alcanzar el cielo fue una fantasía que en los años 80 tenía aspecto de pesadilla distópica, un particular y castizo escenario Blade runner, sobre todo si uno se daba una vuelta por Atocha. Allí, desde 1968 (año en que la prensa y hasta el portavoz del Centro de Meteorología aseguraron que un misterioso ovni había sobrevolado el centro de la ciudad) hasta 1985 se levantó el gigantesco y pionero Scalextric, un laberíntico escenario de rampas y pasarelas por el que surcaban diariamente miles de vehículos y que convirtió esa zona en irrespirable debido a la contaminación. Al año siguiente se inauguró otro de los enclaves para soñar con el firmamento: el Planetario. Existe una historia secreta del futurismo en la capital, un relato de sinuosas arquitecturas que parecían provenir de otra dimensi

Madrid oculto: Paseantes trágicos

Madrid oculto: Paseantes trágicos

"Vivir en la calle es una experiencia muy bonita", confesó Tina Muñoz Barrull, hermana de Carmela, ambas integrantes de Las Grecas, a un atónito José María Iñigo durante una entrevista en televisión. Muchos años antes de fallecer en 1995 en un centro de acogida de Aranjuez, paseaba su desgracia por la calle Toledo. Los vecinos, al reconocerla, se quedaban impactados. Sufría esquizofrenia paranoide y, además, era drogadicta. Este fue un capítulo más de la parte maldita del pop, ese lado oscuro que hace años intenté explicar a los fans de Las Grecas en el otro lado del mundo, en San Francisco, donde las adoran y coleccionan sus discos. Una extraña noche, en un local de la ciudad decorado como si fuese un tablao sevillano, desfilaron ante mí cantantes (gaditanos) junto a guitarristas (estadounidenses) y bailaoras (asiáticas), y entonces recordé la imagen de la ilustre vagabunda que, durante un tiempo, reinó. Madrid siempre ha sido una ciudad formada por inmigrantes andaluces, extremeños, asturianos, de cualquier lugar, que la toman y hacen suya. Todos, tarde o temprano, van y vienen por la calle Toledo o sus aledaños donde un siglo antes de la tragedia de Tina se sucedían las Casas de Dormir, lugares oscuros y sórdidos donde el proletariado, los mendigos y no pocos apaches pasaban la noche por un puñado de reales. Cada dos horas el tabernero los despertaba para que abonasen otra consumición. Casa Dani es un hermoso superviviente. Los paseantes trágicos de la calle Toledo inclu

Madrid oculto: Cuidado con las bestias

Madrid oculto: Cuidado con las bestias

López de Hoyos "trajo" a las primeras bestias, una sierpe o culebra que aseguró presidía la Puerta Cerrada, en la antigua muralla cristiana, cuando esta servía de entrada a la ciudad. Pero alguien convirtió al animal en un gran y peligroso dragón y fue el culpable de una de las teorías más disparatadas acerca del origen de la ciudad: esa misma imagen del dragón había sido usada por los griegos en sus estandartes de guerra. Madrid había sido fundada por ¡los griegos! Durante tres siglos el gran dragón o grifo –mitad águila y mitad león– fue el escudo de la ciudad, hasta que, en los 60 del siglo pasado, el Ayuntamiento se dio cuenta del disparate. Madrid tuvo sus bestias. En 1926, un periodista conoció a unos saltimbanquis que, durante un tiempo, en pleno centro, paseaban osos, monos y hasta camellos. Los fotografió Alfonso. Sucedía muy cerca precisamente de la calle León, que se llama así porque, siglos antes, vivía un hombre junto a su león, que exhibía por dos maravedís: "Cruzábamos la plaza de Santa Ana y nos atrajo, como a los chicos, el son pausado y monótono del pandero. Nos acercamos al corro, formado a la entrada de la calle de Núñez de Arce, y durante unos momentos estuvimos contemplando al fiero domador con admiración de la chiquillería que, sin darle importancia al caso, hacía danzar en dos patas al oso". Avistamientos y terrores. Dos años más tarde, otro animal, un toro, sembró el terror muy cerca del lugar en que el periodista vio al oso. Una mañana, en el Matader

Madrid oculto: Las duelistas del Retiro

Madrid oculto: Las duelistas del Retiro

Espadas, floretes, pistolas. Una vez Madrid fue una ciudad de duelos y pasiones desatadas donde las ofensas al honor se pagaban muy caras. Sin embargo, no todos defendían esta guerrera tradición. Un ilustre trágico como Mariano José de Larra lo veía como algo propio  de países atrasados y bárbaros,  lo mismo que las distintas Ligas Antiduelistas. Políticos, comerciantes, literatos y sobre todo… ¡periodistas! eran habituales blancos de los ofendidos, que no dudaban en enviar a sus padrinos para acordar hora, lugar y modo. Los duelos al sol eran tan frecuentes que el escritor Cansinos Assens aseguró en sus memorias que la redacción del periódico para el que trabajaba disponía de un cuartito destinado a la sala de esgrima, con sus correspondientes floretes y caretas, "donde todos los días practicamos ese noble arte, bajo la dirección de un profesor francés... La profesión de periodista está expuesta a los lances de honor y hay que saber manejar la espada y el sable, por si llega el caso de batirse". Las ofensas se saldaban en los aledaños de Vista Alegre o Carabanchel, lugares célebres por sus enfrentamientos a sangre y fuego. En este último lugar, como si se tratase de un western, tuvo lugar el Duelo de Carabanchel. La mañana del 12 de marzo de 1870, en la escuela de tiro de la Dehesa de Carabanchel, Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y Enrique de Borbón, duque de Sevilla, ambos vestidos de rigurosa levita negra, se batieron a muerte. Falleció el segundo, aunque el prim

Madrid oculto: La ciudad subterránea

Madrid oculto: La ciudad subterránea

La ciudad aún estaba sembrada por los desastres de la guerra: edificios en ruinas, barrios arrasados y una población mermada por los bombardeos, el exilio o la cárcel. Madrid, tras la Guerra Civil, era una urbe repleta de cicatrices. La Gran Vía, construida en sucesivas fases que llegaron hasta aquellos años de la posguerra y que, inicialmente, se llamaría Avenida A (aunque se pensó en Eduardo Dato, en homenaje al presidente del gobierno asesinado por los anarquistas), sería el corazón de la nueva ciudad. A su alrededor, la gran reforma urbanística acabó con muchos de sus barrios decimonónicos o con oscuros edificios como La Casa del Pecado Mortal, "una casa hermética, sombría, vigilante, en la silente calle del Rosal", escribió Emilio Carrère en su Ruta emocional de Madrid. Cada noche una fila de frailes, portando pequeños faroles, salía de la casona e iba de puerta en puerta a burdeles, botillerías y garitos de mal vivir pidiendo limosna "para hacer bien por las almas de los que viven en pecado mortal". Fue el final de aquellas historias, lo mismo que muchas de esas calles angostas, laberintos urbanos que fueron barridos por una avenida que, al llegar a la plaza de Callao, pudo albergar una ciudad invertida, un Madrid subterráneo. Nuestro particular Blade runner a juzgar por lo que anunciaba el proyecto. En 1948, un ingeniero de caminos llamado Juan de Arespacochaga y Felipe, futuro alcalde de Madrid entre 1976 y 1978 y cuya familia era oriunda de Vizcaya (casi logró un imp

Madrid oculto: Las cupleteras y el Apocalipsis

Madrid oculto: Las cupleteras y el Apocalipsis

Se deslumbraban y caían presos de amor generales (Primo de Rivera), reyes (Alfonso XIII) y hasta maharajás. En 1906, en los días previos al enlace real entre Alfonso XIII y Victoria Eugenia, interrumpido por la famosa bomba del anarquista Mateo Morral al paso de la comitiva, la ciudad se engalana y recibe a numerosas autoridades. Entre ellas, al fastuoso maharajá de Kapurthala, quien acude al teatro del Gran Kursaal para ver el espectáculo de la cupletera Anita Delgado. Inmediatamente, rendido ante su belleza, pide su mano. Más tarde, en la correspondencia que ambos mantuvieron, don Ramón del Valle-Inclán hizo de celestino y ayudó a una Anita casi analfabeta a redactar la carta que facilitó la boda, a la que llegó a lomos de un gran elefante. Pero Anita Delgado fue solamente una más de entre todo aquel ejército sicalíptico (una derivación de ‘apocalipsis’, por lo que generaba en el imaginario ciudadano la actitud de las cupletistas) capitaneado por Raquel Meller, La Fornarina, Tórtola Valencia, La Bella Chelito, Pastora Imperio, Carmen Flores, Dora la Cordobesita, Salud Ruiz y tantas otras. Eran transgresoras y unas adelantadas feministas que las mismas sufragistas tomaron como ejemplo. Sus espectáculos, en ocasiones, eran tumultuosos y su imagen provocadora convertía algunas zonas de una capital que nunca dormía en pequeños Montmartres y recordaba a lo que entonces sucedía en los bajos fondos de la República de Weimar: desinhibición, libertad y alegría. La prensa lo llamab

Madrid oculto: La isla en el Manzanares

Madrid oculto: La isla en el Manzanares

La imagen que proyectaba cuando terminó la Guerra Civil era la de un barco bombardeado y varado en medio del Manzanares, justo frente a la actual estación de Príncipe Pío. Entre aquella imagen y lo que podía verse cualquier día de verano desde que La Isla, una gran piscina levantada aprovechando una de las islitas artificiales que aún hoy se distinguen en el río, se inauguró en 1931, con la llegada de la República, mediaba un abismo. Siglos antes, en los tiempos de Felipe II, el exiguo caudal del Manzanares estuvo a punto de lograr lo imposible: convertirse en navegable para que uniera la ciudad con Toledo e incluso alcanzase Portugal. Un sueño imperial. Lógicamente, tras varios precarios intentos la idea se descartó. Por eso, cuando el arquitecto Luis Gutiérrez Soto propuso la creación de una piscina con forma de barco en pleno río, algunos recordaron el delirante proyecto. Sin embargo, La Isla, como se llamó, fue todo un éxito. Contaba con amplias piscinas tanto a proa como a popa. También existía una cafetería y vestuarios. Sus instalaciones, con varias alturas, se desbordaban por la afluencia de público. Incluso estaba unida al mismo río, de donde provenía el agua, aunque filtrada y tratada. El Manzanares ha sido cantado, pintado y convertido en verso. También, en ocasiones, ha sido motivo de burla por lo pequeño y modesto de su caudal, a veces casi testimonial. Algunos monarcas, en un alarde de fantasía delirante, soñaron con convertirlo en nuestro Sena. Hasta comienzo

Madrid oculto: Antihimnos del punk ortodoxo

Madrid oculto: Antihimnos del punk ortodoxo

Al final de la avenida un búho avanzaba hacia nosotros. No había más tráfico a aquellas horas de la madrugada y menos en aquel lugar, Campamento, en el Madrid de los primerísimos 90, donde la urbe se diluía. Subimos entre risas. Nadie pagaba. Pegada mi cara a la ventana contemplaba el aspecto de aquella ciudad a medio camino entre una modernidad que no llegaba y su propio pasado. En los barrios obreros se mostraban aún las cicatrices de los duros 80. La heroína había barrido las calles y las cárceles se llenaban de chavales enganchados. Cuando íbamos de concierto en kasas okupadas o salas destartaladas, el paisaje era desolador: descampados y bloques de viviendas a punto de venirse abajo. Ir desde la Gran Vía a Chueca, donde la plaza era un barrizal dominado por yonquis y traficantes, era entrar en otro planeta. Comprábamos discos en Record Runner (junto a la plaza de Santo Domingo) o en La Ortiga (Estrecho), y casetes piratas a Ángel, del sello Fobia, en el Rastro. Íbamos a La Vaca Austera, donde Kike Turmix siempre daba conversación, o a la Barmacia, a la que se entraba pasando un examen a través de la mirilla de la puerta. Las frecuentes manifestaciones terminaban en incidentes y cargas policiales. Creaban imágenes imposibles de olvidar, como Rossy de Palma, junto a Santiago Auserón, gritando en una lluvia de piedras y botellas a la salida de un concierto en la sala Revólver de Argüelles. A unos pasos de allí, en los bajos de Aurrerá, cientos de punks apuraban la noche y,

Madrid oculto: La basurera y la dinamitera

Madrid oculto: La basurera y la dinamitera

Al caer la noche, entre las angostas calles del barrio de Tetuán, entonces conocido como Tetuán de las Victorias, se escondían mil peligros. O al menos eso decían la policía y la prensa: apaches huidos, atracadores y bandidos. Pero lo que un periodista encontró en 1929 fue a una extraña mujer que empujaba un carro atestado de objetos y ropas usadas y que aseguraba haber sido amiga personal de Pérez Galdós, Emilio Carrere  y Mario Roso de Luna, además de espiritista y escritora a sueldo del antitaurino Eugenio Noel. Respondía al nombre de Margaret D’Espont pero todos los traperos la conocían como la Madam. "Antes se trataba con mucha buena gente, porque tenía una casa de modas, pero luego le dio por tratarse con los espíritus", le confesó una basurera amiga suya. El sorprendido periodista visitó la casucha en que vivía y quiso saber más de aquella imponente mujer "vieja, alta y huesuda, que ha debido de ser por lo que en ella ha dejado la vida, una rara belleza", escribió. Supo que era inglesa, aunque había nacido en la India. Antes del alba, con su carro tirado por un borriquillo, salía a conquistar Madrid en su lucha por la vida mientras se comunicaba con los espíritus, o eso aseguraba, soñando con su vida pasada y el modernismo, como cuando escribía artículos que firmaba su amigo Eugenio. "Me comunico con los espíritus y leo en el pasado y en el futuro como en un libro abierto", dijo al periodista. Si yo la hubiera conocido le habría preguntado por la vida futura, por Rosar

Madrid oculto: Madrid fue moderno

Madrid oculto: Madrid fue moderno

En 1890 la ciudad terminaba en la zona de Ventas, entonces llamada Ventas del Espíritu Santo. Calificada de "laberinto árabe", estaba atravesada por el arroyo Abroñigal, exiguo, maloliente y que no desaparecería hasta los años 70, cuando fue soterrado. Junto a este, serpenteantes chabolas, barracas de feria y numerosos merenderos con nombres como el Tío Barriga, La Gloriosa, Los Andaluces, Liberto y Conejo o El Toledano para la aristocracia del chotis. El escritor Julio Camba, un gallego que conocía como ninguno la capital, sus gentes y la pobretería, tiene aquí una calle, aunque este liderase su tertulia muy lejos de allí, en Casa Ciriaco (Mayor, 84). En la calle de al lado comienza un viaje en el tiempo: Madrid Moderno, el "barrio más europeo de todos los barrios madrileños", como escribió ABC en 1906, al poco de su construcción final. Fue creado por el abogado Santos Pinela y su socio, el arquitecto Julián Marín, aunque la inspiración vino de Mariano Belmás Estrada, colaborador de Arturo Soria. El objetivo era que allí donde la ciudad terminaba se levantasen viviendas unifamiliares que imitasen las casitas de la modernidad europea, pero asequibles (a 5.000 y 10.000 pesetas) y, sobre todo, "higiénicas", lejos del hacinamiento proletario. Hoy resisten menos de 20, sobre todo en la calle Castelar y Roma. Su decadencia y, en algunos casos, derribo fue otro crimen más de una ciudad que no cuidó su pasado y se llevó por delante antiguos palacios y hasta la legendaria Quinta del

Madrid oculto: El ejército peripatético

Madrid oculto: El ejército peripatético

No se las conocía como prostitutas. Periodistas y escritores, en los años 20 y 30 del siglo pasado, las llamaban "peripatéticas" (aquello que es "ridículo y extravagante", cuando no "grotesco", aunque la palabra hace referencia a una antigua escuela filosófica griega). Se las veía en cafés y tabernas de mal vivir. También en las tertulias que terminaban de madrugada y eran frecuentadas por bohemios hambrientos, mecheras, sicalípticas y gentes de dudosa reputación, donde se encontraban entre los "suyos". La calle Montera siempre fue su feudo, pero también los aledaños de la Puerta del Sol, nuestro pequeño barrio chino (Encomienda o Esgrima, en lo alto de Lavapiés), Tetuán y las Peñuelas. O en la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta (aunque nadie la llama así sino plaza de la Luna). Una vez hubo allí un imponente palacio, el Palacio de Monistrol. En los bajos del edificio estuvo el famoso Café de la Luna, frecuentado por artistas, poetas y numerosas prostitutas que recibían el nombre de la Cofradía de la Piruleta. Su dueño, Joaquín Hevia, fue asesinado en su casa del número 30 de la calle de la Justa (actual Libreros). Fue el famoso crimen de la calle de la Justa, que se sospechó obra de una prostituta, harta de tanta mala vida y también harta de Hevia. Parte del Palacio fue también sede de la anarcosindicalista CNT, sometida a continuas redadas y registros. En una ocasión, las prostitutas echaron una mano a los confederales. Con la autoridad a las puertas, cada una de el