Hace no tanto, pedir un café en Buenos Aires era simple: un cortado en jarrito, bien caliente, y listo. Pero la cultura cafetera cambió, en el mundo y también acá. Hoy se habla de flat white a temperatura barista, se pregunta por el origen del grano, el tipo de tueste, las notas que se perciben en taza. El café dejó de ser solo una bebida para convertirse en una experiencia, con nuevas reglas, nuevos sabores y una carta que, muchas veces, nadie explica.
Y así, más de uno termina pidiendo algo sin saber muy bien qué es, cruzando los dedos para que le guste. Porque sí, el café con leche sigue existiendo, pero ahora comparte cartel con opciones que suenan distintas y se sienten diferentes. Para quienes quieren entender qué están tomando y animarse a elegir mejor, armamos este manual básico: una guía para descifrar el menú, conocer las nuevas bebidas y encontrar la que mejor va con tu gusto. Spoiler: hay vida más allá del latte.

Tipos de café de especialidad: ¿espresso o filtrado?
Para meterse en este nuevo universo cafetero, primero hay que saber que no todos los cafés se preparan igual. En líneas generales, se pueden dividir en dos grandes grupos: los que se hacen a base de espresso (esos que salen de las máquinas grandes y ruidosas que seguro viste en todas las cafeterías) y los cafés filtrados, que se preparan con métodos más lentos, como la prensa francesa (Bodum), la V60 o la típica cafetera de filtro que muchos tienen en casa.
La diferencia no es solo técnica, también cambia completamente el sabor y la experiencia:
- El espresso se extrae en pocos segundos y da como resultado un café pequeño, concentrado y cremoso.
- En cambio, los filtrados llevan más tiempo y suelen ser más suaves, más “acuosos”, pero con matices más definidos y, en general, más cafeína por el tiempo de contacto con el agua. Y si hablamos de cafés con leche, hay otra capa más: la leche no se hierve, se texturiza con vapor hasta alcanzar la temperatura justa (entre 55 °C y 65 °C), lo que genera una espuma cremosa y realza su dulzura natural. Todos estos detalles cambian lo que llega a la taza, y también cómo se disfruta.
Pero, ¿qué implica cada una de estas preparaciones? Acá, una guía básica para que sepas cuál café de especialidad pedir.

Espresso
El espresso es un café corto, intenso y bien concentrado que se prepara en pocos segundos. Es una bebida súper chica —apenas unos 30 ml— que sorprende por su sabor fuerte, cuerpo cremoso y notas que pueden variar según el grano y el tueste. Para quienes buscan un poco más de potencia, existe el doble espresso, que es lo mismo pero en el doble de cantidad, manteniendo toda esa intensidad. Si te gusta el café fuerte y con carácter, el espresso es tu mejor opción.
Americano
Un clásico que nunca falla. El americano es simplemente un espresso al que se le agrega agua caliente, lo que resulta en una taza grande de café, de sabor más suave pero con toda la intensidad del espresso de base. Es ideal para quienes prefieren una bebida más liviana, pero sin renunciar al carácter fuerte del café.

Espresso macchiato
Si te gusta el espresso intenso, pero querés algo un poco más suave, el macchiato puede ser para vos. Su nombre significa “manchado” en italiano, porque es un café chico y concentrado con apenas un toque de espuma de leche bien aireada. Esa pequeña “mancha” no cambia su carácter fuerte, pero suaviza el sabor y lo hace más fácil de tomar. Es ideal para quienes disfrutan del espresso, pero prefieren que no sea tan seco o agresivo.
Flat white
Más que una receta exacta, el flat white es casi un concepto. Surgió en Australia o Nueva Zelanda (según a quién le preguntes), y desde entonces se convirtió en un clásico del café de especialidad. La idea es simple: una bebida a base de espresso con leche, pero más intensa que un latte y con menos espuma que un cappuccino.
También te puede interesar: Mejores cafés de epsecialidad al aire libre en Buenos Aires
En general, se prepara con un doble espresso o doble ristretto (es decir, entre 40 y 60 ml de café), leche vaporizada y una capa muy fina de microespuma. El tamaño de la taza puede variar según el barista, e incluso en otros países puede no aparecer en el menú. También, se lo conoce como “cortado o piccolo”, aunque no siempre son exactamente lo mismo. Lo que define al flat white es su equilibrio: suficiente leche para suavizar, pero sin tapar el sabor del café.

Latte
Si alguna vez fuiste fan de la lágrima, probablemente el latte sea tu puerta de entrada al mundo del café de especialidad. Esta bebida, con una base de espresso y una generosa cantidad de leche texturizada, es suave, cremosa y reconfortante. La leche templada suaviza la acidez y aporta dulzor natural, por lo que se convierte en ideal para quienes prefieren un perfil menos intenso.
Cappuccino
El cappuccino combina un espresso intenso con leche texturizada y una espuma densa que no solo realza su suavidad, sino que también invita a crear arte latte. No es casual que sea la bebida protagonista en competencias de baristas, donde se valora tanto la técnica como la presentación.
En el café de especialidad se sirve puro, sin cacao ni canela, para que brillen sus sabores originales. A diferencia del latte, tiene más espuma y un cuerpo más aireado; y frente al flat white, incorpora un poco más de leche, logrando ese equilibrio cremoso y aromático que lo convierte en un placer difícil de resistir.

¿Cómo se prepara el café filtrado?
A diferencia del espresso, los cafés filtrados se preparan con un ritmo más pausado, dejando que el agua atraviese lentamente el café molido y extrayendo sus aromas y sabores de forma progresiva. Este proceso transforma la experiencia: las tazas resultan más limpias, ligeras y delicadas, con un perfil que permite identificar matices que van desde notas frutales y florales hasta toques achocolatados o especiados. En cierto modo, es un ritual que recuerda al mundo del té: la temperatura del agua, la forma de verterla, los tiempos de reposo… cada paso importa y moldea el resultado final.
También te puede interesar: 10 cafés de especialidad kids-friendly
Existen muchos métodos de filtrado: V60, Chemex, Aeropress, Prensa Francesa, Clever, Siphon, Cold Brew, Moka Pot, Kalita, entre otros, y si bien cada uno aporta matices diferentes, para la mayoría de los paladares no entrenados las diferencias no son tan evidentes. Por eso, muchas cafeterías de especialidad apuestan a dominar uno o dos métodos y ejecutarlos a la perfección. Y aunque a simple vista puedan confundirse con un café americano, la diferencia es clara: el americano es un espresso diluido con agua caliente; en los filtrados, la extracción se realiza desde cero con otra lógica, logrando un sabor más definido y una expresión más fiel del grano. Los más clásicos y comunes que vas a encontrar en varias cafeterías son el V60, la Chemex y el Cold Brew.

V60
La V60 es uno de los métodos de filtrado más populares y clásicos dentro del café de especialidad. Fue desarrollada por la empresa japonesa Hario y su nombre hace referencia a la forma de “V” con un ángulo de 60 grados del cono donde se coloca el filtro y el café molido. La clave está en el control preciso del vertido del agua, que permite modular la intensidad y destacar la claridad de sabores en la taza. Su preparación resalta notas brillantes y definidas como frutas cítricas, flores o especias, y ofrece un cuerpo ligero a medio. Ideal para quienes buscan una experiencia fresca y vibrante que muestre el carácter original del grano.
Chemex
La Chemex, de origen alemán, es otro clásico del café filtrado, reconocible por su elegante diseño de vidrio y su filtro más grueso que el del V60. Esa diferencia en el filtro hace que la extracción sea más lenta, dando como resultado una taza muy limpia, con cuerpo liviano y sabores suaves. En comparación con la V60, que suele entregar una taza más brillante y con un cuerpo un poco más presente, la Chemex ofrece una experiencia más suave y delicada, ideal para quienes prefieren un café más liviano pero con sabores bien definidos.

Cold Brew
A diferencia de cualquier otro café filtrado, el cold brew nunca pasa por agua caliente: desde el primer momento se infusiona en frío, dejando reposar el café molido en agua durante 12 a 24 horas. Ese tiempo extra le da un perfil suave, con menos acidez y un dulzor natural que lo hace muy fácil de tomar. Una vez lista la infusión, se guarda fría y está lista para servir al instante, lo que lo convierte en la bebida perfecta para los días de calor o para quienes quieren un café refrescante sin esperar. Muchas cafeterías juegan con esta base, macerándolo con frutas o mezclándolo con limonada, logrando versiones tan creativas como sorprendentes.
Si sos de los que aman el café y ya te tentaste con la idea de explorar más allá del latte de todos los días, los filtrados pueden ser un gran punto de partida, incluso en casa. Hay métodos que no requieren tecnicismo más que seguir una receta, como la Aeropress o la Prensa Francesa, y te permiten descubrir matices nuevos sin tener que salir corriendo a una cafetería. La clave está en animarse a probar, ajustando el punto justo de café y agua hasta encontrar tu versión preferida.
El café de especialidad puede sonar sofisticado, pero en el fondo es tan simple como encontrar una taza que te guste y disfrutarla. Ya sea un espresso cortito, un flat white bien balanceado o un filtrado que te haga descubrir sabores nuevos, la única manera de saber cuál es “el tuyo” es probando. Así que, la próxima vez que mires una carta llena de nombres desconocidos, animate. Capaz que en ese pedido raro esté tu nuevo clásico de todos los días.