Diego Kolankowsky construyó un puente improbable: de Ramos Mejía a Broadway, del Conurbano a los escenarios más influyentes del mundo. Y lo hizo con una mezcla explosiva de instinto, terquedad y una sensibilidad aguda para detectar historias que no solo entretienen, sino que se vuelven inolvidables. Esta semana, ese recorrido sumó un nuevo capítulo cuando fue reconocido como Embajador de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en una ceremonia que se vivió como una fiesta y no como un acto protocolar.
Un homenaje con música, emoción y micromomentos teatrales
El Salón Dorado se transformó por un rato en un pequeño Broadway porteño. Lito Vitale dirigió un ensamble que regaló un mini show con momentos de alto voltaje: Michel Hersch cantó “Sunset Blvd.”, Lucila Gandolfo, la protagonista de "Una película sin Julie", se lució con “As If We Never Said Goodbye” y Flor Otero y Germán “Tripa” Tripel hicieron un medley de Maybe Happy Ending que levantó a todos de la silla.
Entre los presentes no faltó color: Gabriel “Puma” Goity hizo una reflexión que mezcló humor y pertenencia. “No venimos de abajo, venimos de bien arriba”, dijo, mientras que Mauricio Dayub celebró que Diego “jugó en las grandes ligas con la camiseta de su barrio”. El clima fue íntimo, alegre y por momentos conmovedor, sobre todo cuando Kolankowsky no pudo contener las lágrimas.
Quién es Diego Kolankowsky: el hombre que convirtió un sueño improbable en una carrera histórica
Para entender la dimensión de este reconocimiento, hay que volver a su historia. En entrevista para Time Out, él lo resumió así: “Vengo de una familia muy humilde de La Matanza y cumplí sueños que no había soñado”.
Ese espíritu —la mezcla de asombro, ambición y gratitud— lo llevó a conquistar Broadway con Maybe Happy Ending, el musical que tardó siete años en ver la luz y que terminó arrasando con nueve premios Tony. Y también a revivir Sunset Blvd. con una puesta tan poderosa que volvió a convertirse en fenómeno.
Pero su relación con el teatro musical nació mucho antes. “Rock of Ages fue el disparador para decir: ‘Esto es lo que quiero hacer’”, contó. La vio veinte veces desde la misma butaca. Se compró un ticket para volver a sentir eso una y otra vez hasta que, literalmente, terminó trabajando con su protagonista. Un fan que se volvió hacedor.
“Yo decidí hace un tiempo que la vida no me sorprenda, sino que yo sorprenda a la vida”, dijo. “Y lo loco es que me volvió a sorprender ella”.
Yo decidí hace un tiempo que la vida no me sorprenda, sino que yo sorprenda a la vida
Un reconocimiento que también habla de Buenos Aires
Además de la presencia política que pide la ocasión, el evento tuvo algo más valioso: una declaración tácita de que la cultura porteña también juega en ligas globales. Kolankowsky lo encarna a la perfección. Su carrera es una prueba de que los caminos entre Buenos Aires y Nueva York pueden ser de doble mano si hay sensibilidad, convicción y una historia poderosa detrás.
Y quizás por eso este homenaje no quedó en un diploma. Fue una celebración de su recorrido, de sus obras y de esa identidad que nunca dejó atrás. Como dijo Dayub, "pudo jugar en las grandes ligas con la camiseta de su barrio”.
El futuro que se viene
Kolankowsky ya tiene nuevos proyectos en camino: el regreso de Beetlejuice, una película dirigida por Pablo Trapero, con Bill Nighy e Imelda Staunton, y, quizás, la posibilidad de que alguna de sus obras toque suelo argentino.Pero, por ahora, el momento es de celebración. La fiesta del arte fue por él, pero también por todos los que se emocionan con una buena historia. Y de esas, Diego tiene varias más para contar.

