tony-wu
Tony Wu
Tony Wu

Los mejores restaurantes de Buenos Aires

De una cantina china a un restaurante en un ex taller mecánico, conocé algunos de los mejores restaurantes del momento en Buenos Aires.

Cecilia Boullosa
Publicidad

Una hoja de ruta para orientarte en una ciudad que tiene una movida gastronómica y en la que no paran de abrir lugares. Nos preguntamos cuáles son los imprescindibles de Buenos Aires y armamos este listado para hacertela fácil: incluye desde aperturas de este año hasta lugares que son icónicos. Cantinas chinas, restaurantes coreanos, omakases, bodegones, fine dining y parrillas premium: hay de todo y para todos. Estos son los mejores restaurantes de Buenos Aires.

1. Ness

Fue una de las aperturas más importantes de 2024 y, aunque no quedó seleccionado por la Guía Michelin, todo indica que eso podría cambiar en la próxima edición. La inversión que Esteban Cigliutti y Leo Lanussol hicieron en Ness es imponente, y no se mide solo en dinero. Hay pensamiento, trabajo, dedicación y visión de largo plazo por parte de esta dupla incansable, que transformó un antiguo taller mecánico de Núñez en un restaurante concebido para durar décadas. Acá te dejamos más spots de la ciudad que se reinventaron con onda.

El espacio se divide entre un wine bar —con un menú más ágil y al paso— y el restaurante propiamente dicho, con techos altísimos, mesas comunales, hornos y fuegos a la vista, y hasta un olivo plantado en el corazón del salón.

El menú lleva el sello de Lanussol, un estilo que viene puliendo desde sus tiempos de aprendiz con Narda Lepes y Lele Cristóbal, pasando por Proper —su primer restaurante—, y por cocinas de Estados Unidos y Europa.

Los platos llegan al centro de la mesa y se comparten. Algunos de los hits: soufflé de chernia o el pollo con salsa de naranjas.

El dato: entre los postres hay que probar sí o sí el flan de halva.

Dónde: Grecia 3691, Nuñez.

2. Tintorería Yafuso

Hay que ir al menos una vez a Tintorería Yafuso, el lugar que desafía todas las leyes del marketing. No tienen redes sociales. No dan entrevistas. Y no hay otra forma de reservar que por teléfono de línea o en persona. Como el espacio es diminuto —apenas diez lugares—, suele estar completo con hasta dos años de anticipación.

En el mismo local donde funcionaba la antigua tintorería de sus padres, en Villa Crespo, Fabián Yafuso abrió, hace cinco años y tras regresar de Europa, un restaurante tan personal como único.

No hay menú ni opciones para elegir: uno se entrega a las manos de Fabián, quien con técnica y dedicación prepara una secuencia de bocados con la pesca más fresca del mercado. Sashimis, nigiris, pesca asada y más. Sobre el final, preguntará si se desea repetir alguna pieza.

El dato: no hay vinos, pero pagando el descorche, uno puede llevarse el suyo.

Dónde: Juan Ramírez de Velazco 399, Villa Crespo.

Publicidad

3. Gran Dabbang

Parada obligatoria de los gastros locales y de Latinoamérica, el Dabbang, como le dicen cariñosamente sus habitués, acaba de cumplir once años gozando de muy buena salud. Combinando ingredientes locales con los saberes y técnicas aprendidos en sus viajes por la India, Mariano Ramón construyó una voz propia y una de las cocinas más profundas, sabrosas y relevantes de Buenos Aires.

El consejo siempre es ir temprano -no se toman reservas- y con ganas de probar varios platitos. Las pakoras de acelga son un ícono del lugar, pero a nosotros también nos gusta el labne con chutney y fideos de garbanzo fritos, que en Time Out seleccionamos como uno de los mejores platos para probar en Buenos Aires, el pacú al hornito de barro y los distintos curries, como el de pato o el de cordero. El local es austero, pero simpático, con colores y carteles estridentes y una cocina pequeña al fondo, en la que se asoman cocineros en pleno fragor del despacho y de la cual emanan los aromas más maravillosos. Siempre hay que ir a Dabbang.

El dato: buen lugar para ir los lunes a la noche cuando muchos restaurantes están cerrados.

Dónde: Scalabrini Ortiz 1543, Palermo.

4. Ácido

Despierta amores y odios, pero no deja a nadie indiferente. Desde que abrió sus puertas en 2023, Ácido generó bastante ruido en la escena gastronómica porteña. A los pocos meses fue incluido en la primera Guía Michelin (2024) y, en la siguiente edición, los franceses distinguieron a Nicolás Tycocki como el mejor chef joven de Argentina.

Formado en Le Cordon Bleu y en cocinas exigentes de Europa, eligió el barrio de Chacarita para abrir su primer restaurante. Decorado con pósters de Ayrton Senna y objetos kitsch dignos de casa de abuela, desde la cocina a la vista salen tteokbokki cacio e pepe, sardinas con ensaladilla rusa, papas fritas —que algunos consideran las mejores de Buenos Aires— y un plato especial que cambia según el día.

“No nos tomen tan en serio”, es el mantra de Ácido, que algunos días de la semana, en contraturno, da lugar a Olla 7: una propuesta paralela liderada por Dalila Vázquez—pareja de Nicolás— junto al cocinero Tadeo Pérez. El foco ahí son los platos de bodegón porteño: milanesa, sorrentinos, rabas, tortillas y croquetas.

El dato: los lunes suelen ser de hamburguesas y son el único plato que sacan, desde las 19.30hs., y hasta ser sold out.

Dónde: Charlone 999, Chacarita.

Publicidad

5. Tony Wu

El venezolano José Delgado es una de las figuras destacadas de la escena gastronómica contemporánea. Y Tony Wu, la cantina con la que rinde homenaje a la gastronomía china, es su última y exitosa creación. Abrió este año y cautivó de inmediato a un público que lo llena cada noche, desde temprano.

También te puede interesar: 10 restaurantes con el mejor precio-calidad de Buenos Aires

Puede que algo tenga que ver su ambientación escapista, que funciona como un pasaporte virtual —no necesariamente a China, pero sí a una película de Wong Kar Wai—. Sin embargo, si fuera solo por la estética, el chiste se agotaría demasiado rápido. Pero no: todo lo demás también está bien.

El servicio es relajado y eficaz. La carta imita esas viejas fotocopias de delivery chino de barrio, pero detrás hay una propuesta cuidada y de calidad. Entre las entradas, destacan el Jing Sui Dan —un flan salado de huevos al vapor con caldo ahumado de shitake y huevas de ikura, puro umami— y la ensalada de carne.

Hay un par de sopas, y luego principales como el pollo a la naranja, el kung pao, la pesca al vapor, el cerdo laqueado al estilo cantonés o el pato rostizado.

El dato: el baño, muy escenográfico, con su acuario con peces de colores, amerita una foto.

Dónde: Loyola 851, Villa Crespo.

6. Sudestada

“Alive and kicking”, como la canción de Simple Minds. A 26 años de su apertura, Sudestada sigue siendo un restaurante ineludible de Buenos Aires. Encontró la fórmula del éxito y logró atravesar la bajada de la espuma para convertirse en un clásico. No todos lo consiguen.

Su salón, austero, despojado y luminoso, fue diseñado por Horacio Gallo y tiene como único gran objeto un reloj en la pared. Ahí se cruzan habitués de toda la vida y nuevos comensales.

La cocina de Leo Azulay se inspira en los sabores y preparaciones del Sudeste Asiático: ribs en salsa picante al estilo Bali, dumplings de cerdo con vinagre negro, curries tailandeses, pollo salteado al estilo vietnamita y pad thai (veggie, con langostinos o con pollo), son algunos de los platos que podés probar en esta esquina.

El dato: tienen uno de los menús de mediodía con mejor relación precio-calidad de Palermo.

Dónde: Guatemala 5602, Palermo.

Publicidad

7. Evelia

Máximo Togni es un cocinero distinto (leé al entrevista que le hicimos a este crack) Formado en el mundo del fine dining, en determinado momento de su carrera decidió virar hacia una gastronomía más cotidiana, sin dejar atrás el bagaje técnico ni la exigencia. Obsesivo. Detallista. Creativo. Quiso hacer la mejor hamburguesa, y lo logró. Después incursionó en el mundo de las pizzas, la pastelería, y su proyecto más reciente es Evelia: un restaurante donde cocina lo que realmente lo conmueve.

Hay mucho de su infancia en Maipú, de la cocina de su abuela Evelia. Todo está elaborado con ingredientes de primera calidad —algunos locales, otros importados— y con una mirada cuidadosa sobre cada detalle. Tiene, sin exagerar, la mejor panera de Buenos Aires (figura en nuestro ránking de las paneras más ricas).

Las pastas son uno de los puntos altos: imperdibles los fusilli al fierrito con ragú boloñés y stracciatella, los ñoquis con estofado y los agnolotti de carne con crema de parmesano y jugo de cocción de 24 horas. También, se luce la milanesa de lomo (simple o napolitana), que se puede acompañar con distintas guarniciones. Los precios son muy competitivos. Un lugar imprescindible.

El dato: los helados de Evelia, elaborados por la pastelera Rosina Buetto, merecen un capítulo aparte, son exquisitos y hay de sambayón, pistacho y siempre alguno especial o de temporada.

Dónde: Campos Salles 1712, Nuñez.

8. El Imperfecto

Es todavía bastante lo-fi, no aparece regularmente en listados, notas de prensa o reels de influencers. Sigue teniendo un halo algo secreto. Pero el restaurante del experimentado cocinero Tatu Rizzi y su mujer, la salteña Meme Saravia, es encantador por varias razones. Desde la fachada es difícil adivinar su coqueta decoración que remite a una casa antigua -piso damero, muebles de estilo, espejos, patio con plantas-, el salón es cálido y acogedor.

El motor de El imperfecto es un horno de barro de donde salen la mayoría de los platos de la carta y las perfectas empanadas con receta de una señora salteña que trabajaba en la casa de Meme. Tan buenas son que tuvieron que abrir un local a unas pocas cuadras donde solo hacen empanadas (son de nuestras favoritas de la ciudad).

Otra particularidad: en un comienzo no tenían gas en local, así que casi todo se cocinaba a la leña, desde las entradas hasta algunos postres. Panceta braseada, berenjena al horno de barro, pesca del día, también hay tortillas de pan chato de grasa al rescoldo con mollejas a la parrilla o con langostinos sweet chile son algunos de los platos. En el rubro postres recomendamos la cookie tibia con salsa de dulce de leche y helado que tarda unos quince minutos en hacerse, y vale la espera.

El dato: buena carta de vinos, con protagonismo de etiquetas salteñas.

Dónde: Gascón 1417, Palermo.

Publicidad

9. Chuí

Chuí abrió en 2021 en lo que fue el galpón de un herrero, en una zona poco transitada entre Chacarita y Villa Crespo. Lo reformaron con estilo, sin perder su impronta industrial, y trabajaron el jardín privilegiando las plantas nativas. De noche, cuando se escucha pasar el tren y las mesas iluminadas se adivinan entre los árboles, el lugar tiene cierta poesía.

De manera astuta, sus dueños —cuatro amigos, entre ellos algunos gastronómicos y un arquitecto, Ivo Lepes— diseñaron una carta vegetariana sin subrayarlo en la comunicación, para que nadie se sintiera excluido. Y funcionó.

También te puede interesar: Los mejores restaurantes vegetarianos de Buenos Aires

El chef actual es el joven y talentoso Kenji Heanna. Se puede comenzar con un trago en el bar de la entrada y luego pasar al salón, donde una enorme cocina a la vista anticipa lo que vendrá.

La propuesta incluye platitos, platos y pizzas como la de boniato con escabeche de gírgolas, pesto de albahaca y cajú, o la clásica marinara. Hay muchas opciones veganas y también sin gluten, como el paté de hongos con pickles de apio y vinagre de la casa, o los pimientos calahorra a la leña con salsa harissa y salvia frita.

El dato: a un costado del salón cuentan con una fructificadora donde cultivan los hongos que se usan en el menú.

Dónde: Loyola 1250, Villa Crespo.

10. Una canción coreana

La cocina coreana es furor en Buenos Aires. Con el kimchi como estandarte, fue conquistando el paladar local de forma lenta pero inexorable. Hoy, la ciudad cuenta con numerosos restaurantes coreanos, muchos de ellos más allá de sus barrios de origen —Bajo Flores y Floresta—.

Una canción coreana es uno de los más emblemáticos. Abrió en 2012, en el mismo local donde antes funcionaba un bazar de la familia. Su dueña, Ana Cheong, cantante lírica, tuvo una idea clara: crear un restaurante “amigable” para los argentinos, no limitado únicamente a la comunidad coreana, como solían ser los espacios de este tipo.

Por el salón inmaculado surcan carritos cargados con platos tentadores. La carta es extensa y casi nada falla: hay variedad de sopas (como la de kimchi o la de repollo oriental con costilla), bulgogi con o sin caldo, cerdo salteado, pulpitos a la coreana, variedad de mandu, y muchas opciones veganas y vegetarianas, como para que nadie se quede afuera.

El dato: también hay banquetes para compartir entre 2 y hasta 8 personas, con sets seleccionados por la casa. Ideal para principiantes, curiosos o indecisos.

Dónde: Carabobo 1549, Bajo Flores.

Publicidad

11. La Sarita

Es uno de los lugares a los que habría que llevar a los turistas para que tengan un pantallazo rápido de lo que es -¿o lo que fue?- la cultura porteña. La Sarita no es un bodegón clásico, pero se inspira en ellos, en una época dorada del bodegón o de la cantina, esas de mesas largas, mozos de oficio y comilonas hasta largas horas de la madrugada. Florencia Estrella y Federico Otero se enamoraron de un café antiguo de 1934 que languidecía en una esquina de Florida, y no pararon hasta conseguir que se lo alquilaran. “Sabíamos que era para nosotros” dicen.

Ahí montaron su sueño bastante retro, con fotos de los ídolos argentinos, objetos coloridos, música de los años ’60 y mozos con moño. Es objetivamente hermoso. Un pasaporte a otra era de la Argentina. La cocina también rinde homenaje a estos tiempos: espectacular lomo a la pimienta con papas fritas, lengua a la vinagreta, pechuga champignon con papas noissete y ravioles caseros de osobuco con salsa pomarola. Manteca en rulito, vermut y flan. Belleza.

El dato: la milanesa a la napolitana, uno de sus platos más populares, es para compartir entre dos o tres.

Dónde: España 506, Florida.

12. Don Carlos

Después de un parate de cuatro años, a fines de 2024 se produjo el esperado regreso de Don Carlos —o Carlitos, como lo conocen muchos—, la icónica cantina de la familia Zinola frente a La Bombonera, donde comieron desde Anthony Bourdain y Marta Minujín hasta los dos Francis: Ford Coppola y Mallmann.

Hay que saber a dónde se está yendo: no es un restaurante cualquiera. No hay menú, no hay empleados, no hay servicio formal. Están mamá Marta en la cocina, papá Carlitos en el salón y su hija Gaby al mando de esta nueva etapa del negocio, que abrió en 1970 como almacén.

La experiencia se parece más a comer en una casa donde cocinan muy bien. De una cocina pequeña sale lo que Marta haya preparado ese día, y se prueba un poco de todo. Dependiendo del momento, pueden aparecer fainá, esponjosos buñuelos de acelga, empanadas de atún, croquetas de ricota, rabas... hasta llegar a las pastas, siempre con masa delicada y relleno sabroso. Por ejemplo: unos rótolos o crepes de espinaca con una salsa de tomate perfecta.

Te traen cosas hasta que uno dice “basta”. Todo está hecho con ingredientes de primera calidad. Es un lugar singular en Buenos Aires, donde todavía se puede comer con vista a La Bombonera platos de raíz italiana que en muchas casas ya dejaron de hacerse.

El dato: entre los tesoros de Carlitos se encuentra una obra que la artista Marta Minujín, habitué del lugar, pintó directamente sobre la pared.

Dónde: Brandsen 699, La Boca.

Publicidad

13. Casa Cavia

Abierto hace diez años, Casa Cavia ha atravesado distintas etapas, y tal vez la actual sea la mejor. Ubicado en una imponente casona de 1927 en Palermo Chico, frente a la plaza Alemania, el proyecto está liderado por un grupo de mujeres súper poderosas: un verdadero dream team.

Al frente de la cocina está Julieta Caruso, talentosa y con años de experiencia en Mugaritz antes de regresar a la Argentina. A cargo de la cava y los vinos, Delvis Huck, recientemente elegida por el crítico Tim Atkin como la mejor sommelier del país. En la barra, Flavia Arroyo, una de las bartenders más destacadas de la escena local, con cócteles sutiles y minimalistas. Comandando todo, la dueña de casa: la imparable Lupe García.

El menú del mediodía es más simple y casual que el de la noche, con platos tan estéticos como deliciosos: berenjenas fritas con yogur, vinagreta de miso y hierbas frescas, ñoquis de sémola con salsa de tomate, cheddar y aceto. De noche, la propuesta se vuelve más sofisticada, con ingredientes y técnicas menos frecuentes, y los precios suben un poco. La tarde también tiene lo suyo, con el té para dos o la infaltable y viral torta Bruce, súper chocolatosa, que sigue acercando nuevos públicos a Casa Cavia.

El dato: prestar atención con los cócteles sin alcohol que está preparando Arroyo en Casa Cavia, de los mejores de la ciudad junto a estos otros, que también nos encantan.

Dónde: Cavia 2985, Palermo.

14. Trescha

En una calle algo apagada de Villa Crespo, detrás de una fachada oscura, se esconde uno de los pocos fine-dining que quedan en Buenos Aires. Con todas las de la ley y con estrella Michelin.

El veinteañero Tomás Treschanskileé la entrevista que le hicimos - revolucionó la escena cuando abrió Trescha en 2023: una apuesta high end pensada para el turista de alta gama y para los pocos locales que pueden afrontar un ticket tan elevado.

La experiencia comienza en el bar de la entrada, donde se sirven los snacks, y continúa en el salón, donde la interacción entre los diez comensales de cada turno, los cocineros y el equipo de servicio, es constante. Todo ocurre a la vista, con precisión y elegancia: como una función de ballet.

Hay distintas opciones de menú (con o sin maridaje, también con maridaje sin alcohol), el menú de 14 pasos se renueva periódicamente y sumó uno más agil de 9 pasos disponible miércoles y jueves en el primer turno.

El trabajo con unos 500 productores de todo el país es clave para asegurar una materia prima excepcional. Lo mismo ocurre con los vinos, que incluyen joyas y añadas especiales atesoradas en una cava subterránea.

El dato: la experiencia dura unas dos horas y media, y puede continuar después en el patio, en la barra o en la test kitchen del piso superior.

Dónde: Murillo 725, Villa Crespo.

Publicidad

15. Aramburu

Aramburu es el único restaurante con dos estrellas Michelin en la Argentina y un verdadero referente del fine dining. Gonzalo Aramburu lo abrió en 2007, después de formarse en cocinas de Estados Unidos y Europa. En 2019 lo mudó de Constitución a Recoleta, al fondo del encantador Pasaje del Correo, que parece una postal parisina.

La atmósfera es teatral y sobria: un salón casi en penumbras, con focos cuidadosamente dirigidos que iluminan la comida como en un escenario. La intensa actividad de la cocina —a la vista— funciona como el yang de un salón en quietud, donde los camareros se mueven con ritmo preciso para servir un menú de 18 pasos (con opción de maridaje) que recorre lo mejor del terroir y la materia prima argentina. Es imprescindible.

El dato: es uno de los pocos restaurantes en el país que forma parte de la prestigiosa liga Relais & Châteaux.

Dónde: Vicente López 1661, Recoleta.

16. MN Santa Inés

MN Santa Inés es uno de los restaurantes más especiales de Buenos Aires. Funciona en una antigua panadería de La Paternal, un espacio enorme que alguna vez albergó una cuadra y tres hornos. Desde que llegó Jazmín Marturet, lo transformó en algo completamente suyo, personal, pero sin borrar del todo las huellas del pasado.

También te puede interesar: Qué hacer en La Paternal

Se puede elegir una mesa en el primer salón —donde antes era el despacho—, en el luminoso patio o en lo que fue la cuadra. Solo abre de martes a domingos, al mediodía, y siempre está lleno, incluso desde antes de haber sido reconocida como Bib Gourmand (buena relación precio-calidad) por la Guía Michelin.

Los desvelos de Jazmín son varios, pero sobre todo giran en torno al Sudeste Asiático, a donde viaja con frecuencia para recorrer mercados, aprender técnicas y traerse ingredientes —muchos de ellos picantes— que luego incorpora a sus platos.

La carta es breve y cambia cada dos semanas, para que los muchos habitués siempre encuentren algo nuevo. Los postres, en cambio, se mantienen estables.

El dato: Jazmín hace una de las mejores pavlovas de la ciudad, sin discusión, decorada con las frutas más frescas que consiga. También su key lime pie es de colección.

Dónde: Ávalos 360, La Paternal.

Publicidad

17. Roux

Roux es el bastión en Recoleta de uno de los mejores cocineros de la Argentina: Martín Rebaudino. Un restaurante clásico, porteño, un refugio del buen comer y beber, con una clientela fiel desde hace once años, cuando abrió sus puertas en una vistosa esquina del barrio.

En una cocina de apenas 16 metros cuadrados, Martín y su equipo logran maravillas, apoyándose en la extraordinaria diversidad del producto argentino. Hay menú degustación y también opción a la carta. Entre sus platos más icónicos se destaca el cochinillo de Ranchos al nuevo estilo de Segovia, con chimichurri y puré de boniato.

Cada producto tiene su origen claramente indicado: mollejas de cabrito de Quilino (Córdoba), ricota de cabra de Lunlunta (Mendoza), ciervo de Sierra de la Ventana (Buenos Aires) o especias de Cachi, Uspallata y San Rafael, por mencionar algunos. Cuenta con recomendación Michelin.

El dato: muy buena carta de vinos, con etiquetas de toda la Argentina.

Dónde: Peña 2300, Recoleta.

18. Mengano

Mengano es un restaurante de alta cocina que parte de una idea muy creativa: reinterpretar los platos del bodegón porteño. A Facundo Kelemen le costó que el público entendiera su propuesta; durante varios años, su restaurante en Palermo pasó relativamente desapercibido. Pero el trabajo sostenido, la coherencia y la pegada de una recomendación en The New York Times cambiaron el rumbo.

Objetivamente, el lugar es precioso: una casa antigua de techos altos y aberturas de madera, muy bien conservada, con un clima intimista y, a la vez, eléctrico. El tipo de bistró que te abraza y funciona como bálsamo frente a la realidad de todos los días. Buena música, buena luz, buenos vinos y muy buena comida.

La bajada de platitos es secuencial —no llegan todos al mismo tiempo, como en otros lugares—, lo que permite disfrutar sin apuro. Ineludibles: las empanadas jugosas de cordero, el morrón a la parrilla, el tartar de cordero con torta frita, los ñoquis chipa soufflé cacio e pepe y el sándwich de milanesa de wagyu.

El dato: más que un dato, una recomendación: de postre hay que pedir la versión libre y golosa del rogel.

Dónde: Cabrera 5172, Palermo.

Publicidad

19. Crizia

Este año ganó su primera estrella Michelin, pero es un restaurante que tras más de veinte años de historia es un clásico indiscutido de la escena porteña.

Si bien en el medio hubo una mudanza a un espacio más amplio e impactante, el foco siempre estuvo en el mismo lugar: el trabajo con producto de todo el extenso y rico mar argentino. El chef Gabriel Oggero y su mujer, Geri, se reparten el comando de la cocina y el salón, que se caracteriza este último por un servicio profesional e impecable.

Tienen una clientela cautiva que los sigue desde el primer día. Oggero viene promoviendo desde hace mucho tiempo el consumo de ostras, que son uno de los puntos altos del menú. Se recolectan a mar abierto en la Patagonia, en el pueblo de Pocitos (Bahía San Blas) y en Crizia se sirven de distintas maneras: crudas con vinagre de torrontés, echalotes y limón fresco; con yuzu; gratinadas con parmesano; o fritas, con broche de caviar marino y crema de rábano.

El salón de Crizia—de techos altos, cocina a la vista y una cava imponente— combina elegancia y calidez, con un charme inconfundible.

El dato: también cuentan con una estrella verde por su trabajo en relación a la sostenibilidad.

Dónde: Fitz Roy 1819, Palermo.

20. El Preferido

Muchos turistas llegan a Buenos Aires sabiendo que, durante su estadía, van a comer en Don Julio o en El Preferido —es más, muchos vienen especialmente por eso—. En el caso de este último, además, cuenta con una sólida legión de fans locales.

La historia es conocida: en una de las esquinas más lindas de Palermo funcionaba un bodegón tradicional desde 1952, famoso por su fabada asturiana. Ante el anuncio de cierre, Pablo Rivero decidió comprarlo para restaurarlo, ampliarlo y convertirlo en lo que es hoy: una parada obligada para quienes buscan la experiencia del bodegón porteño con una vuelta de tuerca, excelente materia prima y muy buen servicio.

Entre sus hits están la fainá con provolone, la milanesa de bife de chorizo, las papas fritas y, por supuesto, dos productos excepcionales desarrollados por el cocinero Guido Tassi: la charcuterie y los helados artesanales. Hay sabores clásicos —como sambayón y pistacho— y otros de estación.

El dato: el pan, los vegetales de producción propia y las carnes al spiedo completan una propuesta que jamás se agota y que invita a ser redescubierta una y otra vez.

Dónde: Jorge Luis Borges 2108, Palermo.

Publicidad

21. Mishiguene

Mishiguene es la creación del chef Tomás Kalika y la masa madre de la que nacieron otros proyectos: Café Mishiguene, Rotisería Mishiguene y Obrador Mishiguene. “Mishiguene” significa “loco” en yiddish, y ese nombre resume bien el espíritu de una propuesta que, a diez años de su apertura, sigue sorprendiendo con una cocina de identidad fuerte y emoción en cada plato.

El salón es chic y elegante, con luces bajas, texturas de madera y cuero, y una barra imponente en la entrada. Se puede optar por un menú degustación de seis tiempos o pedir a la carta.

También te puede interesar: Dónde comer los hummus más deliciosos de la ciudad

Los platitos del mezze son imprescindibles: hummus de cabutia, babaganoush, muhamara (puré de pimientos asados)… todo es fabuloso. Como principal, el más pedido es el famoso pastrón con hueso: costillar vacuno curado durante diez días en especias, acompañado por un risotto farfalaj trufado. Pero hay mucho más: varenikes de papa, bureka de papa y trufa, o chernia marroquí. De postre, el leicaj es obligatorio.

El dato: los viernes hay celebración del shabat y música klezmer en vivo.

Dónde: Lafinur 3368, Palermo.

22. Nika Club Omakase

Muchos cocineros y restauranteros están mirando a Japón. El otro lado del mundo los inspira y los ilumina en cuanto a técnicas, ingredientes, presentaciones, estética. Tal vez eso, y la probada fascinación de los porteños con el sushi, hizo que florecieran tantos omakase en los últimos años. Nika, cuya cocina armó en un comienzo Leo Lanussol (un fan de Japón) es uno de los que más nos gusta.

El salón es confortable y sobrio, con una barra protagonista y varias mesas aquí y allá. Al mediodía tienen un menú muy conveniente que puede incluir sopa, un chirashi perfecto con la pesca del día y una copa de vino. Otra opción es entregarse al omakase y a la voluntad de los cocineros. Entre los platos calientes se cuentan el pulpo al kamado, el katsudon o la tortilla japonesa (okonomiyaki). Cabe destacar que acá todo en sin glutenBuena carta de vinos.

El dato: favorito de rockeros y de actores, se ubica en un primer piso de un edificio en Palermo, algo oculto, revelándose solo a los que buscan siempre un poco más allá.

Dónde: Nicaragua 5952, Palermo.

Publicidad

23. Tita La Vedette

Productora de TV, gastronómica exitosa y ahora también figura de Glup, el streaming de Time Out, Mena Duarte demuestra su talento en distintas áreas. Cuando abrió Tita La Vedette, en Chacarita, dio en la tecla con un nicho desatendido: el de la fábrica de pastas, pero de pastas exclusivamente veganas o hechas a partir de plantas, como prefieren decir. Pronto las colas de clientes habituales fueron el indicador de que había mercado para más. Así fue como surgió la idea de abrir un restaurante con todas las letras en una hermosa esquina de La Paternal. Eso sucedió en 2023.

Mesas con manteles a cuadros, sifones de soda, flores y un ambiente encantador que mezcla lo tradicional con lo actual. Las pastas veganas siguen siendo las grandes protagonistas, pero la carta también incluye otras opciones que vale la pena explorar.

El dato: hace muy poco también empezaron a abrir los domingos a la noche, un día en el que suelen faltar propuestas.

Dónde: Paz Soldán 4993, La Paternal.

24. Julia

Julio Martín Báez es uno de los cocineros más admirados por sus colegas y un referente de su generación. Cuando abrió Julia, pocos meses antes de la pandemia, provocó un cimbronazo con una propuesta que llevaba al llano la creatividad y la exigencia del fine dining. Con apenas un empleado —y entre los dos repartiéndose incluso la bacha—, atendían los 20 cubiertos del pequeño local en Villa Crespo con un objetivo claro: crecer lento, a paso firme y sin sobresaltos.

Hoy, ya consolidado y con varias distinciones en su haber (recomendación Michelin, inclusión en los 50 Best Restaurants de Latinoamérica), Julia es uno de los mejores lugares para comer en Buenos Aires.

Hay opción de menú degustación y también menú a la carta. En el primero, pueden probarse algunos de los ingredientes fetiche de Báez —como los cordyceps, en versiones de ramen o carbonara—, junto a productos como ostras, langostinos y wagyu, tratados con delicadeza y sensibilidad. La carta repite algunos platos, pero es más amplia, con unas 15 opciones.

El dato: el helado merece un punto aparte. Se puede encontrar, por ejemplo, un sorbete de frutilla y vermut rojo, o un helado de leche cruda de El Abascay con cremoso de chocolate y oliva.

Dónde: Loyola 807, Villa Crespo.

Publicidad

25. Picarón

Los dos restaurantes de Maximiliano Rossi podrían estar en este listado. Elegimos Picarón en lugar de Ultramarinos, porque es el primero que abrió y porque en solo cinco años se transformó en uno de los bistrós más interesantes de la escena porteña. A pesar de que es joven, Rossi se formó junto a Mauro Colagreco en el rigor y exigencia de la vieja escuela, con ambos negocios ya consiguió recomendación de la Guía Michelin y seguramente se encamina hacia otros logros.

Ubicado en Chacarita, dentro de un espacio de cowork, el salón de Picarón es sobrio y moderno. Parte de la cocina está a la vista, y ver al equipo en acción suma al atractivo. Hay platos que ya son sello de la casa, como el tonnato maiale, que elaboran desde el primer día a partir de una bondiola ahumada que acompañan con salsa de vitel toné, alcaparras y papas rejilla. La carta se divide en fríos y calientes, en lugar de entradas y principales, y la propuesta es pedir varios platos para compartir al medio: calamares con piperrade y nduja, milhojas de topinambur y arañita marinada son algunas de las opciones. En lo dulce casi siempre hay dos o tres tipos de helados, como el de azafrán con damascos y crocante de almendras.

El dato: de los vinos se ocupa la talentosa Diana Mejías, una de las mejores sommeliers de Buenos Aires.

Dónde: Dorrego 866, Chacarita.

26. Lo de Jesús

Nació en 1953 como un almacén de ramos generales y bodegón español, fundado por el inmigrante gallego Jesús Perlas y su mujer, doña Lola. Un clásico de barrio donde se mezclaban la cocina casera —los sándwiches de jamón crudo y el arroz con leche eran los hits— con el espíritu de reunión. La esquina de Jesús.

A principios del siglo XXI, luego de un cierre de dos años, Lo de Jesús reabrió sus puertas con una propuesta renovada, en la que la carne pasó a ocupar un lugar central en la carta. Hoy los cortes son protagonistas: se maduran entre 15 y 21 días para alcanzar mayor ternura, redondez y profundidad de sabor. Entre las especialidades imperdibles se destacan el ojo de bife, el T‑bone y la tira de asado de cinco costillas, tres elecciones que resumen la identidad carnívora del lugar.

El dato: la histórica fiambrera de Jesús aún forma parte de la decoración, como un guiño a sus orígenes de almacén y bodegón.

Dónde: Gurruchaga 1406, Palermo.

Publicidad

27. Sarkis

Hay pocos lugares en Buenos Aires tan intensos y entrañables como Sarkis. Fundado hace cuatro décadas y hoy en manos de la segunda generación de la familia Katabian, sigue siendo un templo del encuentro: mesas largas, charlas en voz alta y una cocina armenia que nunca baja el ritmo.

También te puede interesar: Dónde probar sabores de Medio Oriente en Buenos Aires

El desfile arranca con el mezze, un combo de platitos ideales para compartir —imperdibles el hummus y el jambra, esa pasta vibrante de morrones, ajo y nuez—. Después, platos de fondo bien sabrosos como el cordero al fierrito con yogur o el mante, una especie de raviol abierto con carne especiada y caldo. ¿Un final feliz? La copa Sarkis, dulce, abundante y perfecta para cerrar.

El dato: no toman reservas, y aún así, siempre está lleno.

Dónde: Thames 1101, Villa Crespo.

28. Cauce

Destaca entre las propuestas que hay en Puerto Madero. Elegante, fancy, contemporáneo, bien pensado y ejecutado, Cauce se ganó una recomendación Michelin a poco de abrir. La clave está en la búsqueda obsesiva de buen producto, en todos los rubros de la carta: carnes, quesos, vegetales, pescados.

El lugar es amplio, con espacios bien diferenciados: si hay sol, la terraza frente al dique se llena. Por las noches, gana protagonismo el salón ambientado en tonos oscuros, negro y verde inglés, y algún toque dorado.

La especialidad es la parrilla con cortes como el asado argentino de 5 costillas, el asado emperador cocinado a fuego lento o el clásico ojo de bife. Para los que buscan pesca, hay: pulpo español, langostinos al hierro o trucha patagónica. De postre, obligado el volcán de la casa.

El dato: los dueños de Cauce están por abrir un nuevo restaurante, esta vez especializado en pastas: Casa Veltri, en una antigua casona de Recoleta.

Dónde: Alicia M. de Justo 440, Puerto Madero.

Publicidad

29. Checkpoint Charlie

Abrió este año en la zona del Hipódromo y se convirtió pronto en una de las paradas obligadas de Palermo. Checkpoint Charlie alude con su nombre al paso fronterizo entre las dos Alemanias durante la Guerra Fría.

De diseño contemporáneo, un espacio de 280 metros cuadrados vidriado donde una barra tiene un rol protagónico, recibe a los comensales desde temprano.

En cuanto al menú, elaborado por el chef Edgar Pronio, tiene guiños a distintas cocinas de Europa:  España, Italia, Alemania, por supuesto sin perder el toque argentino. Spaghetti carbonara, gnocchi soufflé, pesca del día la vizcaína, wiener schnitzel (escalope vienés) o el inglés fish & chips son algunos de los platos de la carta, también hay sandwiches, ensaladas y buena pastelería. En definitiva, el all day que Buenos Aires estaba necesitando.

El dato: Cuenta con valet parking.

Dónde: Dorrego 3590, Palermo.

30. Mad Pasta

La renovación de la pasta en Buenos Aires vino de la mano de los cocineros Lucas Canga, Clara Corso y Félix Balbini. Durante la pandemia comenzaron a experimentar con distintas masas rellenas y salsas: al principio como un pasatiempo, luego para vender por delivery.

La oportunidad de dar el siguiente paso llegó cuando encontraron una esquina en Martínez donde un proyecto anterior no había funcionado. En pocos días le dieron una lavada de cara y abrieron Mad Pasta House, que hoy es uno de los restaurantes más convocantes de zona norte (funciona mediodía y noche).

Entre las entradas, hay platitos que privilegian los vegetales de estación y funcionan como una gran antesala para las pastas. El raviolón Nino Bergese —con relleno y salsa que varían según la temporada— es uno de los imperdibles, al igual que los linguini cacio e pepe con milanesa de bife de chorizo.

El dato: el menú cambia con las estaciones y puede incluir caramelle, cappellacci u otras formas de pasta poco vistas en la ciudad.

Dónde: Av. del Libertador 13797, Martinez.

Recomendado
    También te gustará
    También te gustará
    Publicidad